Cáncer: cuando escribir ayuda a sanar

Tierra, aire, cielo, nubes, piedras.
Tómenme,
Si quieren.
Este cuerpo —
ya no es joven
No muy viejo.
De la Tierra venimos, (T mayúscula)

A la Tierra regresaremos

Cuando Lynn Scozzari escribió las primeras líneas del poema “The Offering” (El ofrecimiento), en 2013, estaba mirando la foto de una mujer desnuda sentada en una roca, sus brazos abiertos hacia un valle lejano. Scozzari estaba en una sala de conferencias del centro de cáncer del Hospital Scripps Green en La Jolla, California, sentada en una mesa llena de café y pañuelos de papel.

Un año antes, Scozzari había finalizado un tratamiento para su cáncer de seno en estadio 4. Luego de esa experiencia, comenzó a reunirse con otros pacientes y sobrevivientes que también habían escrito sobre sus vivencias con el cáncer. Su tarea era escoger una foto en blanco y negro de una colección de imágenes esparcidas sobre la mesa y escribir sobre ella.

“Recuerdo que era muy reservada porque durante mi tratamiento me sentí extremadamente vulnerable”, dijo Scozzari, describiendo cómo se sintió cuando se unió al grupo de escritores. “Toda la experiencia de pasar de médico en médico y ser pinchada, invadida… me dejó cohibida y muy a la defensiva”.

Pero rápidamente se relajó, y luego encontró su inspiración. Todavía guarda una copia electrónica del poema que escribió ese día. “La foto me habló, y pude expresar algo dentro de mí”, dijo. “El grupo me ayudó a abrirme”.

Scozzari le da crédito por eso a Sharon Bray, organizadora del grupo. Bray, una mujer de poco más de 70 años, con gafas y una melena suave y gris, dirige a los pacientes y sobrevivientes de cáncer en talleres de “escritura expresiva” desde hace más de 15 años, a través de programas de escritura que ha fundado en tres instalaciones médicas en California.

Bray comparte con sus estudiantes la pasión por la escritura, así como ese desgarrador diagnóstico: en el año 2000 supo que tenía una forma preliminar, no invasiva, de cáncer de seno conocida como carcinoma ductal in situ, en el que aparecen células anormales en los conductos por donde pasa la leche materna.

Después de escribir durante su tratamiento de radioterapia, Bray ahora ayuda a otros a narrar historias sobre sus enfermedades dirigiendo talleres, escribiendo una columna y manteniendo un blog.

Durante su tiempo en radiación, “yo me hacía grandes preguntas como ‘¿hacia dónde quiero que siga mi vida?'”, contó Bray. “Y creo que en los grupos de cáncer que lidero, la gente también se está preguntando, ‘¿qué será de mi vida si sobrevivo a esto?’”.

Bray cree que la escritura puede ayudar a la gente a lidiar con estas difíciles preguntas.

Después de escribir sobre sus propias experiencias dolorosas, Sharon Bray ahora ayuda a los pacientes y sobrevivientes de cáncer a escribir sus historias. (Cortesía de Sharon Bray)

La escritura expresiva trata de divulgar emociones, explicó la doctora Adrienne Hampton, profesora asistente de medicina familiar y salud comunitaria en la Universidad de Wisconsin. “Puede centrarse en el trauma, o en la aspiración”, dijo Hampton. “Realmente, la clave es que involucra un proceso emocional”.

Esta estrategia atrajo la atención de psicólogos y médicos en la década de 1990, cuando el profesor de psicología James Pennebaker escribió una serie de artículos sobre el valor de la revelación y la escritura en el proceso de curación. Desde entonces, varios estudios han revelado los efectos saludables de la escritura en personas que combaten enfermedades.

En un estudio con 107 pacientes con asma o artritis reumatoide, se les pidió a los participantes que escribieran sobre el evento más estresante de sus vidas o sus experiencias cotidianas. Cuatro meses después, el grupo que escribió sobre una experiencia traumática tuvo síntomas menos graves.

Los investigadores han encontrado que la escritura puede reducir los síntomas del síndrome del intestino irritable, acelerar la curación de heridas y mejorar las posibilidades de conseguir empleo después de ser despedido.

Después de su diagnóstico de cáncer de seno, Bray comenzó a leer sobre el trabajo de Pennebaker. “Todas las luces brillaban”, dijo, “y pensé: ‘Este es mi trabajo”. Fue como un llamado”. Comenzó dirigiendo programas gratuitos en 2001 en una organización sin fines de lucro de Palo Alto conocida ahora como Bay Area Cancer Connections.

En 2004, fundó un programa de escritura en el Stanford Cancer Center, y desde entonces ha puesto en marcha programas en Scripps Green y en el Moores Cancer Center de la Universidad de California en San Diego. También ha publicado dos libros sobre escritura y cáncer.

La mayoría de los talleres de Bray tienen de 10 a 12 participantes, de dos a tres horas por sesión y duran 10 semanas. Los participantes aprenden acerca de los grupos por búsquedas en línea, referencias de médicos y volantes que Bray pone alrededor del hospital.

Las personas en cualquier tipo de tratamiento contra el cáncer son bienvenidas, al igual que los sobrevivientes hasta cinco años fuera de tratamiento. Las únicas personas que Bray desalienta de participar son los recién diagnosticados, porque generalmente están demasiado abrumados enfrentando decisiones inmediatas como para concentrarse en un grupo de escritura.

Bray comienza cada reunión con una breve meditación guiada y un rápido ejercicio de escritura de precalentamiento. Enseguida, los participantes realizan una sesión de escritura más larga basada en un mensaje. Luego, Bray invita a los voluntarios a leer en voz alta lo que han escrito y escoge una cosa que le gusta sobre el trabajo de cada persona. Luego dice “gracias”.

Bray utiliza una amplia variedad de pautas: recuerdos de la infancia, lo que más desean de un médico, cómo se acercarían al cáncer si fuera un país. Para la primera clase, el mensaje siempre es el mismo: escribir sobre el momento en el que supieron que tenían cáncer.

Tom Friedman, un trabajador social clínico de Scripps que trabajó con Bray, dijo que los participantes comentan sobre el programa de manera positiva. “No es sólo un grupo de apoyo; ella tiene un currículo real que ha desarrollado”, dijo Friedman. “Requiere un alto grado de sensibilidad y profesionalismo”.

A veces, los participantes del taller escriben ensayos y, a veces, recurren a versos. “He tenido algunas de las poesías más extraordinarias de gente que se está muriendo”, dijo Bray. “Cuando leen en voz alta, todo el grupo se pone a llorar”.

Algunos participantes publican sus trabajos. Uno de ellos, el de Ann Emerson, fue publicado en The American Poetry Review, unas semanas antes de su muerte.

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