El esposo de Sally Balch Hurme, Arthur, de 75 años, tiene demencia. Todos los días ella lucha por mantenerlo a salvo en un mundo lleno de amenazas digitales.
Arthur recibe cientos de correos electrónicos y llamadas a su teléfono inteligente, con ofertas difíciles de resistir. Su cuenta de Facebook está poblada de “amigos” de países extranjeros, todos extraños.
“No tiene idea de quiénes son”, dice Hurme, abogada de adultos mayores y autora. “Algunos cargan bandoleras con municiones, sosteniendo sus armas. Es horrible”.
Luego, está Amazon, una fuente interminable de tentadoras compras. Recientemente, Arthur ordenó cuatro traductores de bolsillo, varios relojes y una gran cantidad de dulces con maple por $1,000. Aunque los artículos pueden devolverse, Hurme no siempre sabe dónde Arthur guardó los artículos que compró.
Muchas familias tienen preocupaciones similares. A medida que aumenta el deterioro cognitivo entre los adultos mayores, los dispositivos como computadoras, teléfonos inteligentes y tabletas se vuelven difíciles de usar y, en algunos casos, problemáticos.
La mayoría de los adultos mayores de 65 años se conectan
Este problema surge con la creciente popularidad de los dispositivos, que les permiten a los adultos mayores comunicarse con amigos y familiares por correo electrónico, unirse a grupos con intereses comunes en Facebook, tener visitas virtuales a través de Skype o FaceTime, y realizar operaciones bancarias, comprar, tomar cursos o leer publicaciones en línea.
Según el Centro de Investigación Pew, el 73% de los adultos mayores de 65 años usaron Internet en 2019, en comparación con el 43% en 2010. Y el 42% de los adultos mayores tenían teléfonos inteligentes en 2017, el último año para el que hay datos disponibles, en comparación con 18% en 2013.
Algunos médicos ya se están adaptando a esta nueva realidad digital. En Johns Hopkins Medicine, Halima Amjad, profesora asistente de medicina, ahora les pregunta a los pacientes mayores si están usando una computadora o un teléfono inteligente, y si tienen problemas como olvidar las contraseñas o que se bloqueen sus cuentas.
“Si hay un cambio notable en cómo alguien está usando la tecnología, procederíamos con una evaluación cognitiva más profunda”, dice.
En el Centro de Enfermedades de Alzheimer de la Universidad Rush, en Chicago, el neurólogo Neelum Aggarwal se da cuenta que los adultos mayores están planteando problemas con la tecnología como una “forma no amenazante de hablar sobre problemas del pensamiento”.
“En lugar de decir: ‘Tengo problemas con mi memoria’, la gente dirá: ‘No puedo entender mi teléfono inteligente’ o ‘Estaba tratando de iniciar ese programa de computadora y me llevó una eternidad'”, dice Aggarwal.
Si el paciente ha estado usando dispositivos digitales con dificultad, Aggarwal intentará identificar el problema subyacente:
- ¿El adulto mayor tiene problemas de visión o de coordinación?
- ¿Tiene problemas para entender el lenguaje? ¿Se está comprometiendo la memoria?
- ¿Le resulta difícil seguir los pasos necesarios para completar una transacción?
Si el uso de la tecnología se ha vuelto frustrante, Aggarwal recomienda eliminar aplicaciones en teléfonos inteligentes y programas en computadoras.
“La ansiedad asociada con ‘Oh, Dios mío, tengo que usar esto y no sé cómo’ hace retroceder totalmente a las personas y deshace cualquier beneficio que la tecnología pueda ofrecer”, dice. “Es similar a lo que hago con los medicamentos: ayudaré a alguien a deshacerse de lo que no necesita y a conservar solo lo que es realmente esencial”.
Primero, elimina algunas aplicaciones
En estas circunstancias, Aggarwal recomienda que el paciente no use más de cinco a 10 aplicaciones de teléfonos celulares.
Cuando la seguridad se convierte en un problema, por ejemplo, para un adulto mayor con demencia a quien los estafadores acechan por correo electrónico, los familiares primero deben tratar de aconsejar a la persona para que no de su número de Seguro Social o información de la tarjeta de crédito, dice Cynthia Clyburn, trabajadora social en la División de Neurología en Penn Medicine, en Filadelfia.
Si eso no funciona, intenta sentarte junto a la persona en la computadora para poder monitorear lo que está sucediendo.
“Que sea una actividad grupal”, dice Clyburn. Si es posible, crea contraseñas para que ambos puedan acceder.
Pero ten cuidado de conocer las contraseñas y usarlas para revisar el correo electrónico o las cuentas bancarias en línea.
“Sin consentimiento, es un delito federal usar la contraseña de un individuo para acceder a sus cuentas”, dice Catherine Seal, abogada de derechos de adultos mayores en Colorado Springs, Colorado. Idealmente, el consentimiento debe otorgarse por escrito.
Considera los controles “de los padres”
Los adultos mayores con enfermedad de Alzheimer generalmente se alejan de los dispositivos digitales cuando olvidan cómo usarlos, dice Lon Schneider, profesor de Psiquiatría y Neurología en la Universidad del Sur de California.
Con el permiso de su esposo, Hurme lo da de baja de las cuentas que le envían correos electrónicos y remueve a los amigos de Facebook.
En su teléfono celular, instaló una aplicación de control (como las que usan los padres) que impide que su esposo lo use entre la medianoche y las 6 am, horas en las que era más probable que participara en actividades en línea. El televisor también tiene una configuración de control para evitar el acceso a canales “para adultos”.
En lugar de una tarjeta de crédito abierta, Hurme le da a Arthur una tarjeta con una cantidad limitada de dinero. Ella administra las finanzas del hogar y él no tiene acceso a la cuenta bancaria en línea de la pareja. Se les ha solicitado a las agencias de crédito que no abran ninguna cuenta a nombre de Arthur.
Si Hurme pudiera, dice que se desharía del teléfono celular de Arthur, su principal forma de comunicación. (Ha dejado de usar la computadora).
Pero “soy muy sensible a respetar su dignidad y dejar que sea lo más independiente y autónomo posible”, dice. A pesar de todos los peligros que presenta, “su teléfono es su conexión con el mundo exterior, y no puedo quitárselo”.
Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.