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La tormenta pasó, pero la salud de Puerto Rico enfrenta una larga recuperación

El presidente Donald Trump se muestra impaciente por reducir la ayuda de emergencia a Puerto Rico, pero los desafíos que el huracán María provocó para la salud de los puertorriqueños y para el frágil sistema de salud de la isla en muchos sentidos recién están comenzando.

Tres semanas después del certero golpe del huracán, casi cuatro docenas de muertes están asociadas con la tormenta. Pero es probable que la verdadera cifra que afecte a los 3.4 millones residentes de Puerto Rico involucre enfermedades y pérdidas de vidas que solo se harán evidentes en los próximos meses y de manera indirecta.

A medida que continúan encontrándose víctimas y se llega a las personas varadas, tomará tiempo evaluar las consecuencias de la falta de atención o el tratamiento insuficiente.

La situación en el sistema de salud de Puerto Rico es mucho más vulnerable desde el punto de vista médico, económico y político que la de Texas o Florida, estados que también resistieron huracanes este otoño. Un mes después del huracán Katrina en 2005, solo se habían contabilizado la mitad de la cifra final de muertes.

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Puerto Rico tiene la tasa de diabetes más alta de todos los estados, de acuerdo con datos de 2015 de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Alrededor de la mitad de la población de la isla depende del Medicaid. Y, a diferencia de los Estados Unidos, el sistema del Medicaid de Puerto Rico recibe una cantidad fija para cubrir las necesidades de los residentes, una suma de dinero que podría agotarse el próximo mes, dijo Jenniffer González-Colón, delegada de Puerto Rico en el Congreso.

“Hemos tenido una crisis fiscal, estamos en un abismo financiero con el Medicaid, y los huracanes Irma y María: estamos siendo golpeados desde todos los ángulos”, dijo.

Orlando Gutiérrez, profesor asociado de nefrología en la Universidad de Alabama-Birmingham y miembro de la junta directiva del American Kidney Fund, dijo que Puerto Rico es la “tormenta perfecta” para un desastre.

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias ha distribuido alimentos y agua para ayudar a evitar la enfermedad o la deshidratación, los socorristas han priorizado los esfuerzos para hacer que los hospitales y otras instalaciones de salud funcionen nuevamente, y la Marina envió el buque hospital USNS Comfort, que tiene 250 camas.

Los esfuerzos coordinados para entregar combustible, agua y medicamentos a las instalaciones de salud han permitido que algunas vuelvan a abrir. Desde el 12 de octubre, las autoridades federales de emergencia dijeron que casi todos los hospitales puertorriqueños estaban abiertos, aunque algunos aún dependen de los generadores. El gobierno de la isla dijo que la electricidad se ha restaurado en más de la mitad de los hospitales. Casi todos los centros de diálisis ya están funcionando, aunque muchos pacientes han omitido los tratamientos.

Pero Katia León, subdirectora de atención primaria de la Asociación de Atención Primaria en Puerto Rico, dijo que cree que la salud de la población ha empeorado desde la tormenta. Hay muchísimos casos de diarrea, erupciones cutáneas y conjuntivitis, dijo, y los funcionarios de salud están preocupados por las infecciones causadas por el agua contaminada.

El potencial riesgo de brotes significa que ahora es más importante que nunca mantener las clínicas abiertas, dijo León, a pesar que los costos operativos probablemente sean altos.

“Estamos hablando de una situación que va a continuar a largo plazo… porque ésta es una crisis sin precedentes”, dijo.

Muchos residentes aún no pueden ir a las clínicas o centros de salud por sus condiciones de salud crónicas, como diabetes o enfermedades del corazón. Las tiras reactivas para la diabetes y los equipos de diálisis han sido escasos desde la tormenta. Los pacientes pasaron días o semanas sin medicamentos y tratamiento. Los alimentos nutritivos y los refrigeradores que funcionan para almacenarlos son escasos.

Algunos medicamentos están en falta, o hay que ir muy lejos para conseguirlos.

La lentitud para que retorne la electricidad amenaza a los pacientes en diálisis, que dependen de ella para filtrar su sangre y sobrevivir. Y el trauma mental causado por la tormenta se prolongará mucho después que los edificios se reconstruyan.

Además, Puerto Rico ya se enfrentaba a una importante “fuga de cerebros”, ya que muchos jóvenes profesionales, incluidos médicos, se mudaron al territorio continental de los Estados Unidos, dijo Andrew Schroeder, quien trabaja para DirectRelief, una organización benéfica privada que ha estado coordinando envíos de suministros médicos a la isla. Ahora será una batalla cuesta arriba persuadir a estos médicos y otros especialistas de la salud para que se queden en la isla.

Los hospitales y las clínicas de salud están trabajando arduamente para volver a su ritmo normal. Eddie Pérez-Caban, director ejecutivo de la clínica Camuy Health Services en el lado occidental de Puerto Rico, dijo que estaba asombrado después de realizar el viaje de 25 minutos a través de cables caídos y caños eléctricos caídos el día después de que María golpeó. Encontró un techo dañado, un sistema de aire acondicionado roto, y el centro no tenía electricidad ni agua corriente, pero alrededor de 75 de sus empleados estaban listos para trabajar. Cinco días después, la clínica reabrió con agua corriente y luz alimentada por un generador.

“Me llenó de mucha satisfacción trabajar con un grupo de personas que tienen ese compromiso con la comunidad y con los pacientes a los que atendemos”, dijo.

Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes han propuesto asignar $1,000 millones adicionales para el programa del Medicaid de Puerto Rico para reabastecer sus arcas como parte de un proyecto de ley que extenderá el Programa de Seguro de Salud para Niños. Pero la legislación se ha estancado en la comisión.

El programa de Puerto Rico es diferente al de los Estados Unidos. Mientras que los estados reciben fondos federales abiertos, el límite de fondos anuales de Puerto Rico es generalmente de alrededor de $300 millones. Casi la mitad de los residentes de la isla dependen del Medicaid. Si el dinero se agota, hasta 900,000 beneficiarios podrían perder su cobertura de salud, según estimaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos bajo la administración de Obama.

Otro proyecto de ley en consideración en el Congreso podría ofrecer a Puerto Rico millones de dólares en ayuda por desastres, un esfuerzo que cuenta con amplio respaldo. Más de 6 de cada 10 estadounidenses dijeron que Puerto Rico todavía no ha recibido toda la ayuda que necesita, y más de la mitad dijo que la respuesta de emergencia ha sido demasiado lenta, y que el gobierno federal no está haciendo lo suficiente para restaurar la electricidad y el acceso a alimentos y agua, según una encuesta publicada recientemente por la Kaiser Family Foundation. (Kaiser Health News es un programa editorial independiente de la fundación).

En Puerto Rico, la mayoría de las aproximadamente cuatro docenas de centros de diálisis ahora están atendiendo a pacientes, aunque ese servicio depende de enviar cargamentos de combustible a los generadores de energía, agua y solución de diálisis para los tratamientos. Algunas clínicas acortan sus horas y el momento del tratamiento. En lugar de tratamientos de cuatro horas, los pacientes reciben solo tres horas de diálisis, lo que ahorra tiempo en el personal, suministros y uso de generadores.

Mike Spigler, funcionario del American Kidney Fund, que está manejando parte de la respuesta de emergencia para pacientes renales en la isla, describe la situación como “muy frágil”.

En el corto plazo, los pacientes pueden funcionar sin diálisis o con tratamientos limitados. Pero a medida que pasa el tiempo, el riesgo de insuficiencia cardíaca y accidente cerebrovascular comienza a aumentar.

Schroeder también dijo que le preocupan los servicios de salud mental, s los que generalmente no se prioriza a la hora de entregar comida y ofrecer refugio después de una tormenta. Dijo que las personas están traumatizadas y, sin asesoramiento, la ansiedad y la depresión podrían convertirse en grandes problemas públicos. Múltiples agencias de noticias informan que dos de las 34 muertes totales de la isla atribuidas al huracán fueron suicidios.

Los adultos mayores son particularmente vulnerables a los traumas mentales después de la tormenta, dijo José Acarón, director de la filial puertorriqueña de AARP. Aproximadamente 1,2 millones de personas en Puerto Rico tienen 50 años o más, explicó. Muchos de ellos viven fuera de hogares de ancianos tradicionales o instalaciones de vida independiente, por lo que es más difícil llegar a ellos.

“Aún tenemos que superar muchos desafíos antes que las cosas vuelvan a la normalidad”, dijo Acarón. “Pero el regreso a la normalidad no es en donde estábamos antes del huracán. Es una nueva normalidad”.

El reportero Phil Galewitz contribuyó con este artículo.

Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.

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