Cada día que Janet van der Laak conduce entre concesionarios de automóviles por su trabajo en ventas, lleva en su auto: zapatos número 12, algo de ropa y un almuerzo -un sándwich, fruta y una barra de granola- por si ve a su hijo de 27 años en las calles.
“Jito, ven a casa”, le dice siempre, usando una forma cariñosa de llamarlo en español. Aunque puede tener cama y comida, su hijo, Matt Vinnola, rara vez regresa a casa. Si lo hace, es temporal. Las calles son más fáciles para él. Su propio hogar puede ser demasiado pacífico.
Pero las mismas calles que a Vinnola le ofrecen confort también son inseguras para un hombre que lucha contra dos demonios: el consumo de drogas y la esquizofrenia paranoide crónica.
La policía y los tribunales penales a menudo intervienen antes que Vinnola reciba tratamiento o atención. Desde su primer diagnóstico de enfermedad mental grave en 2014, Vinnola ha estado sumando una lista de cargos, desde delitos menores hasta casos graves como entrar en una propiedad privada u otros relacionados con drogas. En los últimos cuatro años, Vinnola ha sido acusado en cuatro tribunales distintos de Colorado y arrestado varias veces casi cada mes, ya sea por nuevos delitos o por órdenes de arresto por no comparecer ante un tribunal.
Pero pronto, podría encontrarse en las calles con profesionales de salud mental en lugar de policías. Denver es una de al menos ocho ciudades que está considerando implementar un programa de Eugene, en Oregon, llamado Crisis Assistance Helping Out On The Streets (CAHOOTS) que busca despenalizar y mejorar el tratamiento de las personas con enfermedades mentales graves, al tiempo que ahorrar dinero a la ciudad. El programa CAHOOTS, que ya lleva 30 años, desvía las llamadas al 911 no violentas, a menudo relacionadas con la salud mental, a un médico y a un profesional especializado en lugar de a las fuerzas del orden.
La policía de Denver y proveedores de servicios comunitarios visitaron Eugene en mayo, para seguir a los equipos de CAHOOTS. Los funcionarios de Denver dijeron que están considerando el modelo como una opción para ir más allá de su programa actual de corresponsabilidad que envía a profesionales de la salud mental en aproximadamente seis llamadas al 911 por día.
Más de 8 millones de personas luchan con la esquizofrenia o el trastorno bipolar en Estados Unidos, y se estima que el 40% de los diagnosticados con esquizofrenia no reciben tratamiento, según el Treatment Advocacy Center, una organización sin fines de lucro centrada en la salud mental. Las personas con esas enfermedades a menudo pierden la capacidad de darse cuenta de sus déficits, creando un obstáculo para acceder a la atención y asistir a citas médicas o judiciales.
Los delitos de bajo nivel pueden hacer que las personas con paranoia, alucinaciones o con capacidad de comunicación reducida, como Vinnola, terminen en el sistema penal. Se estima que 383,000 personas con enfermedades mentales graves están tras las rejas en todo el país, según el Treatment Advocacy Center, mientras que solo una décima parte de ese número está en psiquiátricos estatales.
Repensando la seguridad
Desde la publicación en 2018 de un artículo de The Wall Street Journal sobre CAHOOTS, funcionarios de Los Ángeles y Oakland, en California; Nueva York; Vancouver, en Washington y Portland, en Oregon, entre otros, han llamado a sus organizadores.
Cuando responden a una llamada derivada del 911, el equipo de CAHOOTS de Eugene se presenta vestidos con botas, jeans y camisas, y sin oficiales de policía.
“Esa diferencia en los uniformes puede ayudar a las personas a bajar la guardia y estar abiertos a aceptar la ayuda que se les ofrece”, dijo Tim Black, coordinador de operaciones de CAHOOTS, en Eugene.
Para las personas con antecedentes de arrestos volátiles, a menudo por crisis de salud mental, esto podría hacer que el tratamiento sea más accesible, menos traumático y más seguro. Según el Treatment Advocacy Center, una de cada 4 muertes por tiroteos policiales involucra a personas con enfermedades mentales.
Vinnie Cervantes, director organizador de la Denver Alliance for Street Health Response, cree que usar médicos y profesionales de salud mental como socorristas significa tratar a las personas con dignidad.
“Hay muchos oficiales fantásticos, como personas, pero tienen sus roles para hacer cumplir un sistema que ha sido violento, que ha sido racista, que ha sido deshumanizante”, dijo Cervantes.
Van der Laak dijo que cree que su hijo estaría más dispuesto a aceptar un tratamiento si la policía no fuera parte de la intervención en sus crisis de salud mental. Le preocupa que sus respuestas lentas a las órdenes y la dificultad para responder a los policías se perciban como un desafío y se conviertan en un arresto, o algo peor.
Hablando por su hijo
Después que el hijo de Van der Laak fuera diagnosticado con esquizofrenia paranoide en 2014, su mirada cotidiana cambió de los rascacielos de la ciudad y el cielo azul de Colorado a las personas que vivían en las calles de Denver. Es difícil para ella fingir que no existen. Eso significaría que su hijo no existe.
No entiende cómo hace la gente: caminan junto a su hijo como si fuera un árbol, o nada, incluso cuando tiene los pies descalzos ensangrentados, la ropa rasgada y la cara visiblemente deshidratada, todos signos visibles de que Vinnola está luchando su batalla interna contra la esquizofrenia.
“Su cerebro simplemente no funciona como el tuyo y el mío”, dijo.
La madre de Vinnola dijo que su hijo no es un peligro para nadie más que para él mismo, pero muchas personas asocian la enfermedad mental con la violencia. Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), las personas con enfermedades mentales graves tienen más de 10 veces más probabilidades de ser víctimas de un crimen violento que la población en general.
Vinnola aceptó ser entrevistado para este artículo, pero no pudo responder preguntas durante más de unos minutos. Sus respuestas fueron fragmentadas y cortas. Luchó por entender las preguntas. Van der Laak dijo que responde de la misma manera en una corte.
Van der Laak se considera la defensora y la voz de su hijo. Asiste a sus citas en la corte, llevando documentos legales y médicos en una carpeta. Puede que él no se presente, pero ella no perderá la oportunidad de hablar en contra de un sistema judicial que considera incapaz de responsabilizarse del tratamiento de su hijo.
“Es crítico que esté allí. Porque si no estoy, lo engañarán y terminará en la cárcel por largos períodos de tiempo”, dijo. “Y no es donde necesita estar”.
El doctor Sasha Rai, director de salud del comportamiento en la cárcel del condado de Denver, dijo que una persona en una crisis de salud mental debe estar en un lugar más terapéutico que la cárcel para recibir tratamiento. Para Rai, los mayores obstáculos para cuidar a las personas que trata en la cárcel son la falta de una vivienda estable y el estigma de las enfermedades mentales.
“Si estuviera enfermo de cáncer, no lo meterían en la cárcel por 84 días hasta que encuentren un lugar para que lo atiendan”, agregó Van der Laak, refiriéndose a cuando su hijo pasó más de dos meses tras las rejas en 2017 esperando una de las 455 camas en el hospital de salud mental del estado después de ser arrestado por violar su libertad condicional.
Una pesada carga
El Departamento de Policía de Eugene utiliza a su personal de CAHOOTS para más que llamadas de salud mental. Informan sobre muertes en la ciudad, reparten botellas de agua y calcetines a las personas que viven en las calles, y reciben referencias médicas de la comunidad fuera del horario de atención. El personal ofrece esos servicios a la ciudad por la mitad del costo de un oficial de policía.
A nivel nacional, los policías cargan con la responsabilidad de responder a los problemas de salud mental. En 2017, las agencias del orden gastaron $918 millones en el transporte de personas con enfermedades mentales graves, según una encuesta de 2019 del Treatment Advocacy Center. También estimó que los oficiales pasan el 21% de su tiempo respondiendo y transfiriendo a personas por problemas de salud mental.
“Nuestros oficiales de policía hacen lo mejor que pueden, pero no son profesionales de salud mental”, dijo Ron Tinseth, teniente de la policía de Eugene.
En 2017, Eugene derivó el 17% de un estimado de 130,000 llamadas a sus equipos CAHOOTS. Esto liberó a los agentes de policía de responder a emergencias de alto nivel.
Al igual que muchos departamentos de policía, Denver siente la presión de los problemas de salud mental. Según el departamento, de julio de 2018 a julio de 2019, recibieron 15.915 llamadas relacionadas con la salud mental, casi un aumento del 9% de su promedio anual durante tres años.
Para promulgar un programa como CAHOOTS, el Departamento de Policía de Denver tendría que resolver detalles como el seguro para cubrir a los socorristas y las asociaciones con organizaciones locales sin fines de lucro que ofrecen servicios como refugios de sobriedad, atención médica y consejería sobre adicciones.
Lisa Raville, directora ejecutiva del Harm Reduction Action Center de Denver, una organización sin fines de lucro enfocada en ayudar a usuarios de drogas, afirma que el poder de un programa CAHOOTS radica en sus relaciones con la comunidad y la capacidad de los socorristas de simplemente preguntar: “¿Cómo puedo apoyarte hoy?”.
“Y luego puedes hacerlo. Quizás pueda ser posible. Quizás esta persona pueda encontrar algún tipo de seguridad”, dijo. “Todos merecemos eso”.
Hasta entonces, cuando el hijo de Van der Laak está en la calle, ella usa Facebook y a sus vecinos para seguirle la pista. Les da a empleados de las tiendas cerca de las calles en dónde su hijo elige vivir su número de teléfono, con la esperanza de que la llamen a ella para recoger a su hijo durante una crisis y no al 911.
Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.