Don Smith recuerda el momento en que despertó en una unidad de cuidados intensivos tras 13 días en coma inducido. Su mujer y su hija estaban a su lado y él pensaba que sólo había pasado un día desde que llegó a urgencias con dolor en el pie.
Smith contó que su esposa “empezó a informarme poco a poco” sobre la operación, el coma y el respirador. El dolor punzante en el pie había sido la señal de un problema grave.
“Cuando escuchas que una persona murió de una infección, eso es sepsis”, dijo Smith, de 66 años, de Colorado Springs, Colorado, que fue a urgencias poco antes de la Navidad de 2017. Al final, pasó casi dos meses en el hospital y en un centro de rehabilitación después de múltiples cirugías para eliminar el tejido infectado y, luego, para extirparle siete dedos de los pies.
La sepsis es la respuesta extrema del organismo a una infección y afecta cada año a 1,7 millones de adultos en Estados Unidos.
Se deriva de infecciones fúngicas, víricas o bacterianas, similares a lo que afectó a Madonna este año, aunque la cantante nunca confirmó si se le había diagnosticado sepsis. Los retrasos en el tratamiento, incluso de unas pocas horas, pueden mermar las posibilidades de supervivencia del paciente. Sin embargo, la sepsis puede ser difícil de diagnosticar porque algunos pacientes no presentan síntomas comunes como fiebre, taquicardia o confusión.
Una norma de la administración Biden, finalizada en agosto, pone la responsabilidad en los hospitales, estableciendo parámetros de tratamiento específicos que deben cumplirse para todos los pacientes con sospecha de sepsis, lo que podría ayudar a salvar a algunos de los 350,000 adultos que mueren anualmente por infecciones. Los niños también se ven afectados, se calcula que 75,000 reciben tratamiento cada año por sepsis y hasta un 20% de ellos muere.
Los hospitales que no cumplan los requisitos se arriesgan a perder millones en reembolsos de Medicare durante el año.
Sin embargo, como la norma se aplica de forma generalizada, ha suscitado críticas por su falta de flexibilidad.
Los esfuerzos por reducir las muertes por sepsis son bien recibidos, pero “el punto controversial es si ésta es la mejor forma de hacerlo”, afirmó Chanu Rhee, médico especialista en enfermedades infecciosas y profesor de medicina de población en la Facultad de Medicina de Harvard.
El planteamiento exige que se realicen rápidamente análisis de sangre en busca de marcadores que puedan indicar sepsis. Además, las medidas establecen que los antibióticos deben iniciarse en las tres horas siguientes a la identificación de un posible caso. Estas medidas de calidad también exigen la realización de otras pruebas y la administración de líquidos intravenosos para evitar que la tensión arterial descienda peligrosamente.
En la norma propuesta, que se publicó en mayo, los reguladores de Medicare escribieron que los tratamientos han dado como resultado “reducciones significativas en la duración de la estadía en el hospital, las tasas de reingreso y la mortalidad”, desde que las directrices se iniciaron en 2015 bajo el requisito de que los hospitales simplemente informaran si las seguían o no.
“Estas son cosas fundamentales que todos deberían hacer cada vez que ven a un paciente séptico”, señaló Steven Simpson, médico de cuidados críticos, profesor de medicina en la Universidad de Kansas y presidente de Sepsis Alliance, una organización respaldada por fondos individuales, gubernamentales y de la industria de la salud.
La normativa final se basa en esa primera iniciativa. Según la administración Biden, en 2021 una media del 57% de los pacientes de todo el país recibieron una atención que cumplía las directrices, y el promedio de los que las cumplieron fue del 80%.
Pero, a partir del otoño de 2024, los hospitales deben ir más allá de la simple presentación de informes sobre las medidas y cumplir con los puntos específicos de tratamiento.
“Antes, incluso si informabas de un cumplimiento del 0%, no perdías tu dinero. Ahora tienes que hacerlo de verdad”, añadió Simpson.
El incumplimiento de estas medidas y de otras normas de seguridad del paciente podría salir caro: los hospitales más pequeños podrían perder “cientos de miles” de dólares anuales en reembolsos de Medicare. Para las grandes instituciones, “se trata de millones de dólares”, dijo Akin Demehin, director de calidad y política de seguridad del paciente de la Asociación Americana de Hospitales.
La asociación de hospitales se opuso a la normativa, escribiendo en una carta en junio, dirigida a los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS) en donde dice que el enfoque de administrar antibióticos rápido para todos los casos sospechosos “tiene el alto potencial de conducir a un uso excesivo”. Lo que podría alimentar la resistencia a los antibióticos.
Otras asociaciones médicas, como la Infectious Diseases Society of America (IDSA), han expresado preocupaciones similares. En un documento de 2020, esta organización pedía que se modificaran los criterios de medición para centrarse sólo en los pacientes con shock séptico, la forma más grave de la enfermedad, en lugar de en todos los casos sospechosos de sepsis. La IDSA también argumentó que los médicos necesitan más flexibilidad.
Además, se debate si la aplicación generalizada del régimen de tratamiento salvará vidas.
Rhee planteó esta cuestión a principios de año en la revista médica JAMA. En un artículo de opinión del que es coautor, citó cuatro estudios, entre ellos uno dirigido por él, que mostraban que el uso de antibióticos de amplio espectro aumentó tras la introducción del paquete de sepsis hace ocho años, aunque los resultados para los pacientes apenas cambiaron.
“Desgraciadamente, no tenemos pruebas fehacientes de que la aplicación de la política de sepsis haya mejorado las tasas de mortalidad por sepsis”, apuntó.
Otro estudio ofrece una visión diferente. Demostró que el cumplimiento de los tratamientos reducía las muertes en torno a un 5,7% entre los pacientes que los recibían. Los responsables de Medicare citaron el estudio y sus resultados al proponer la normativa.
Simpson, de Sepsis Alliance, dijo que hay suficientes pruebas de que el esfuerzo por seguir la norma de tratamiento produjo mejoras, y espera que haya más.
“Está bastante claro que esto funciona mejor que lo que había antes, que era nada”, afirmó Simpson. Si la actual tasa de mortalidad por sepsis pudiera reducirse “aunque sólo fuera un 5%, podríamos salvar muchas vidas”.
Todos los implicados coinciden en que la concientización es crucial, no sólo por parte de los equipos médicos, sino también entre los pacientes. Crystal Waguespack, de 41 años, enfermera en Baton Rouge, Luisiana, dijo que sabía sobre la sepsis, pero no lo aplicó a sus propios síntomas cuando comenzó a experimentar un dolor intenso en 2018, dos semanas después de una operación.
“Nunca comprobé si tenía fiebre”, comentó y añadió que no notó el aumento de su ritmo cardíaco.
Pero buscó ayuda. Waguespack contó que el fuerte dolor, que se produjo un fin de semana en que su médico habitual no estaba disponible, la llevó a ver a un médico que no conocía su caso y que le dijo que el dolor era normal y que simplemente estaba ansiosa. Así que acudió a urgencias.
“No acepté un no por respuesta, y creo que eso me salvó la vida”, afirmó.
En el hospital, los médicos descubrieron que tenía una fuga de líquido cefalorraquídeo y una infección quirúrgica. Pasó 14 días en el hospital luchando contra la sepsis, la meningitis y una infección cardiaca.
La conclusión más importante de su experiencia es preguntarse siempre: “¿Podría ser sepsis? Y no esperar.
En su caso, a Smith le hubiera gustado ir directamente a un hospital en lugar de acudir primero a un especialista en pies.
“Fui a un podólogo porque me dolía el pie”, dijo Smith. “Pero un podólogo no es un médico de enfermedades infecciosas. Tienes que ir a un lugar donde te puedan ver distintos tipos de médicos. Eso se llama hospital”.
Esta historia fue producida por KFF Health News, conocido antes como Kaiser Health News (KHN), una redacción nacional que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud y es uno de los principales programas operativos de KFF, la fuente independiente de investigación de políticas de salud, encuestas y periodismo.