Una mañana de hace casi 10 años Karla Adkins se miró en el espejo retrovisor de su auto y advirtió que el blanco de sus ojos se había vuelto amarillo.
En ese entonces tenía 36 y trabajaba como médica de enlace para un sistema hospitalario de la costa de Carolina del Sur ayudando a fortalecer los vínculos entre los médicos.
Desde sus 20 años, había estado luchando en secreto contra el consumo excesivo de alcohol, convencida de que la ayudaba a calmar sus ansiedades.
Adkins comprendió que ese color amarillento de sus ojos era producto de la ictericia. Aun así, no imaginó que fuera posible que le diagnosticaran una enfermedad hepática relacionada con el abuso de alcohol.
“Sinceramente, mi mayor temor era que alguien me dijera que no podía volver a beber”, contó Adkins, que hoy vive en Pawleys Island, una ciudad costera a unas 30 millas al sur de Myrtle Beach.
Pero la bebida ya había afectado su salud y, menos de 48 horas después de su descubrimiento en el espejo retrovisor, Adkins fue hospitalizada por una falla hepática. “Fue muy rápido”, recordó.
Históricamente, las enfermedades vinculadas al abuso del alcohol han afectado más a los hombres. Pero datos actuales de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) muestran que las tasas de muerte por esta causa están aumentando más rápido entre las mujeres que entre los hombres.
La administración Biden considera alarmante esta tendencia. Una estimación reciente predice que, en Estados Unidos, para 2040, las mujeres representarán casi la mitad de los costos de las enfermedades hepáticas asociadas al alcohol; lo que supone un gasto total de $66,000 mil millones.
Se trata de un tema prioritario para el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) y el Departamento de Agricultura (USDA), que el año próximo publicarán juntos directrices dietéticas nacionales actualizadas.
Pero dado que el marketing de las bebidas alcohólicas se dirige cada vez más a las mujeres y que el consumo social de alcohol es ya una parte importante de la cultura estadounidense, no es un cambio que apoye todo el mundo.
“Se trata de un tema delicado”, opina Rachel Sayko Adams, investigadora asociada de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston. “No existe un nivel seguro de consumo de alcohol, y esa es una información novedosa que probablemente alguna gente prefiere ignorar”, explica.
En los últimos 50 años, las mujeres se han incorporado cada vez más al mercado laboral y han retrasado la maternidad. Es probable que estos factores hayan contribuido al cambio de hábitos porque, tradicionalmente, las mujeres que se convertían en madres bebían menos.
Adams, estudiosa de las adicciones, explica que “la maternidad solía ser un factor protector”, pero ya no siempre es así.
Más de 600,000 personas murieron en Estados Unidos por causas relacionadas con el abuso de alcohol entre 1999 y 2020, según una investigación publicada en JAMA Network Open en julio de 2023. Esto lo sitúa entre las principales causas de muerte evitable en el país, detrás del tabaco, la mala alimentación y la inactividad física, y las drogas ilegales.
La Organización Mundial de la Salud y varios estudios han llegado a la conclusión de que ninguna cantidad de alcohol es segura para la salud. Incluso beber en forma moderada se ha relacionado con problemas como la hipertensión y las enfermedades coronarias y, también, con un mayor riesgo de cáncer de mama, entre otros.
Según George Koob, director del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, la pandemia de covid-19 “exacerbó significativamente” el consumo de alcohol, porque la gente lo utilizaba para soportar el estrés. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres, más propensas a beber por estrés que los hombres.
Pero, además, las mujeres también suelen ser el foco de la publicidad de bebidas alcohólicas. En los últimos años se ha disparado, por ejemplo, la venta de vinos rosados y vinos de bajas calorías. Según un nuevo estudio publicado en marzo en el International Journal of Drug Policy, “el color rosado de los productos es una táctica utilizada por la industria del alcohol para dirigirse al mercado femenino”.
También influye la aparición de un fenómeno impulsado en gran medida por mujeres en las redes sociales, que minimiza el hecho de consumir alcohol como una forma de lidiar con las dificultades de la maternidad. “La percepción errónea de la ‘cultura del vino para mamás’ —según Adams —, es que ‘si puedes beber de manera normal, moderada, si puedes controlar tu alcohol, estás bien’”.
No está claro hasta qué punto los memes y los videos en línea influyen en el consumo femenino de alcohol, explica Adams, que opina que el tema merece un estudio más profundo. Sin embargo, en 2023, el equipo de investigación que integra descubrió que la franja de mujeres de 35 años sin hijos es la que tiene el mayor riesgo de beber en exceso y presentar síntomas asociados a esta conducta, comparado con las mujeres de otros grupos de edad. Sin embargo, esa investigación concluyó que, en las dos últimas décadas, el riesgo está aumentando para todas las mujeres, sean o no madres.
Estos factores, unidos a la presión por ser aceptada, hacen difícil abordar el problema. “Es una cuestión tabú”, explica Adams.
Cuando surge —cuenta Stephanie Garbarino, hepatóloga especializada en trasplantes de Duke Health—, sorprende la cantidad de pacientes que no son conscientes de cómo beber alcohol afecta su salud. “A menudo, no saben que puede hacerles daño”, explica.
Garbarino atiende cada vez con mayor frecuencia a pacientes más jóvenes con enfermedad hepática, incluidos hombres y mujeres de entre 20 y 30 años.
Expertos en salud pública y adicciones temen que la enfermedad hepática relacionada con el alcohol entre las mujeres se convierta en un problema costoso para la nación.
En 2022, las mujeres representaron el 29% de todos los costos asociados con la atención médica en Estados Unidos. Un nuevo estudio publicado en febrero de 2024 por el American Journal of Gastroenterology prevé que en 2040 ese índice trepe al 43%.
Las National Dietary Guidelines, que establecen pautas alimentarias para promover la salud y prevenir enfermedades, aconsejan a las mujeres que no beban más de una copa de bebida alcohólica al día.
Esas pautas serán revisadas el próximo año por el HHS y USDA como parte de un proceso de revisión quinquenal. Se ha convocado a un comité especial para examinar, entre otras cuestiones, la relación entre el consumo de alcohol y los riesgos de cáncer. El informe se conocerá en 2025.
En 2023, Canadá publicó una guía que advertía que consumir más de dos copas de bebidas alcohólicas por semana acarreaba riesgos para la salud. En ese momento, cuando Koob sugirió en el Daily Mail que las directrices estadounidenses podrían avanzar en el mismo sentido se generó una reacción negativa.
El informe de los CDC, publicado en febrero de este año, sugirió que un aumento en los impuestos al alcohol podría ayudar a reducir su consumo excesivo y las muertes que genera. La oficina de Koob prefirió no comentar esa propuesta.
Este tema toca el corazón de Adkins, que ahora trabaja como entrenadora ayudando a otras personas, en su mayoría mujeres, a dejar de beber. Adkins contó que la pandemia la impulsó a publicar un libro sobre su experiencia cercana a la muerte por insuficiencia hepática. Vive con cirrosis, pero este septiembre se cumplirán 10 años desde su último trago.
“Lo increíble es que no se puede estar mucho peor del punto al que llegué”, dijo Adkins. “Mi esperanza, de verdad, es cambiar la narrativa”.
Esta historia fue producida por KFF Health News, conocido antes como Kaiser Health News (KHN), una redacción nacional que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud y es uno de los principales programas operativos de KFF, la fuente independiente de investigación de políticas de salud, encuestas y periodismo.