BROWNING, Montana. — Kenneth Cook utilizó un mazo y un cincel para abrir el cráneo de un cerdo en el camino de grava, a la entrada de su casa, en la reserva india de los Pies Negros (Blackfeet), en el noroeste de Montana.
Cook pensaba utilizar el cerebro del cerdo para una práctica conocida como “curtido de cerebro”, que ha sido utilizada por los indígenas durante miles de años.
Los sesos se machacan en agua y se introducen en pieles de ciervo y alce para fabricar cuero. Cook explica que los ácidos grasos del cerebro ablandan la piel y le dan un bonito color blanco antes de ahumarla para impermeabilizarla.
“El seso te dará el cuero más fuerte y duradero. Por eso la gente lo prefiere”, dijo.
Cook utiliza las pieles que curte para fabricar tambores, mocasines y vestimenta tribal. Tradicionalmente, los indígenas como Cook utilizan los sesos de animales que capturan para curtir su piel. Pero Cook ha cambiado a los sesos de cerdo para todo su curtido, en parte debido a la caquexia crónica, que infecta a ciervos, alces y renos.
La caquexia crónica (CWD) es causada por unas proteínas mal plegadas llamadas priones en el cerebro, que deterioran las funciones corporales de los animales infectados hasta que mueren en un par de años tras la infección.
La enfermedad se ha ido extendiendo entre los rebaños de Norteamérica desde que se descubrió por primera vez en animales salvajes, hace más de 40 años, en Colorado.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) indican que no se debe consumir carne de animales positivos, aunque no hay pruebas de que la enfermedad pueda transmitirse a los humanos. El investigador de los Laboratorios Rocky Mountain, Brent Race, dijo que no se ha descartado esa posibilidad. Señaló que la materia cerebral sería especialmente peligrosa de manipular, ya que contiene la mayor concentración de proteínas que causan CWD.
“No hay pruebas de transmisión, pero tampoco hay mucha gente que manipule el tejido de mayor riesgo, trabajando con él con las manos en cantidades tan elevadas”, explicó. “Definitivamente es un riesgo alto”.
La caquexia crónica sólo se ha detectado en un ciervo de cola blanca hasta ahora en la reserva de los Pies Negros, pero una vez que está presente, es imposible de erradicar, según los responsables de la fauna salvaje. La enfermedad ya está obligando a los miembros de la tribu a cambiar sus prácticas tradicionales, como el curtido de cerebros, o a abandonarlas por completo, según el investigador de los Pies Negros Souta Calling Last.
A Calling Last también le preocupa que la propagación de la caquexia crónica impida a los miembros de la tribu comer carne de caza. Algunas familias dependen de la carne de los ciervos, alces y renos que pueden capturar durante varios meses del año.
Ahí es donde entran los perros. Calling Last recibió una subvención federal de $75,000 para llevar a cabo un estudio, de un año de duración, cuyo objetivo es adiestrar a perros para que puedan olfatear la caquexia crónica y los residuos tóxicos que podrían afectar a las personas que cosechan y consumen plantas tradicionales.
El proyecto pretende proteger la salud de los miembros de la tribu haciéndoles saber dónde se ha detectado la enfermedad y dónde se han encontrado residuos tóxicos, y preservar así espacios seguros para la realización de prácticas tradicionales.
De pie, junto a un humedal lleno de espadañas, Calling Last explicó que los perros detectarán la caquexia crónica en los excrementos de ciervos y alces en lugares como éstos, que sirven de abrevaderos para las manadas. La idea es ayudar a alertar a los gestores de la fauna salvaje de la presencia de la enfermedad lo antes posible.
Los perros también serán adiestrados para olfatear sustancias químicas, metales pesados y otros contaminantes en los excrementos de visón y nutria, de modo que puedan analizarse para detectar sustancias químicas y contaminantes en vertederos ilegales llenos de coches viejos, muebles y electrodomésticos.
Poder detectar la presencia de esas toxinas ayudará a proteger a los miembros de la tribu que utilizan plantas como la menta para el té o los sauces que se queman en las cabañas-sauna, dijo Calling Last.
“Para mantenernos sanos y fuertes, para ser personas con buen espíritu y buena mente, se supone que debemos comer estos alimentos”, añadió.
Algunos perros ya han salido por la reserva para olfatear los excrementos de visón y nutria y comprobar si hay residuos tóxicos. Michelle Vásquez, de la organización Working Dogs for Conservation, dijo que todavía está recogiendo excrementos de ciervos y alces que dan positivo en CWD para empezar a adiestrar perros este verano.
Calling Last enviará muestras de excrementos, suelo y agua para su análisis desde los lugares en los que los perros alerten a sus cuidadores para confirmar que efectivamente han detectado la enfermedad. Si el proyecto de Calling Last demuestra que los perros pueden llevar a cabo esta labor de forma eficaz, Vásquez afirma que Working Dogs espera ampliar esta iniciativa a todo el país.
Los investigadores de la facultad de veterinaria de la Universidad Estatal de Pennsylvania han estudiado si los perros son capaces de detectar la caquexia crónica en el laboratorio, pero el proyecto de la reserva de los Pies Negros es el primer intento de hacerlo sobre el terreno, según Vásquez.
El adiestramiento se llevó a cabo en unas instalaciones especiales a las afueras de Missoula. En las instalaciones, Vásquez, hizo que su labrador negro Charlie, de 4 años, detectara el olor de la nutria de patas negras escondido en uno de los varios recipientes hechos con tubos de PVC. Es uno de los muchos olores que el excitable labrador está entrenado para detectar.
“Cada uno de ellos tiene algo diferente. Así que tendremos distractores”, señaló. Esos distractores pueden ser comida y olores de otros animales que los perros encontrarán en el campo.
Joe Hagberg, del Servicio de Pesca y Caza de los Pies Negros, dijo que espera que los perros puedan detectar si la caquexia crónica sigue presente en la zona donde se detectó la enfermedad por primera vez, en la parte oriental de la reserva.
“Nos ayudará enormemente”, comentó junto al arroyo donde se abatió al animal que dio positivo. Tras la detección de 2020, Hagberg mató varios ciervos de aspecto enfermizo para conocer la prevalencia de la enfermedad.
“Recogimos 54 ciervos en toda la zona, en un perímetro de 10 millas. Todos ellos dieron negativo en las pruebas”, señaló.
Hagberg está contento con estos resultados, pero añadió que cuenta con recursos limitados para buscar la enfermedad en otras zonas de una reserva de 2,300 millas cuadradas.
Calling Last espera que el proyecto ayude a funcionarios como Hagberg a contener la enfermedad, que puede propagarse sin ser detectada durante años antes de acabar con un rebaño. Tiene previsto publicar un estudio sobre su trabajo y espera conseguir financiación adicional para reproducirlo en otras naciones tribales de Montana y Wyoming, muchas de las cuales se encuentran en zonas con mayor presencia de la caquexia crónica.
Calling Last contó que la tribu Blood, una de las tribus hermanas de los Pies Negros en Canadá, ya ha obtenido financiación para un proyecto similar.
“Creo que el mero hecho de poder vigilarlo, registrarlo y saber definitivamente que se están cosechando alimentos que no contienen el prión sería una gran victoria para cualquier nación”, concluyó Calling Last.
Esta historia fue producida por KHN (Kaiser Health News), la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud. Junto con Análisis de Políticas y Encuestas, KHN es uno de los tres principales programas de KFF. KFF es una organización sin fines de lucro que brinda información sobre temas de salud a la nación.