EAST BAKERSFIELD, California. — Viviana Aguirre, de 14 años, sabe que la calidad del aire no es buena cuando tiene que usar su inhalador una vez, incluso dos veces por semana.
Pero este verano, la estudiante de primer año de secundaria ha tenido que recurrir al inhalador casi todos los días para mantener su asma bajo control.
En su humilde vecindario, ha tenido que respirar aire lleno de humo durante semanas obligándola a quedarse en casa la mayor parte del tiempo. Viviana dijo que no sabía si el humo provenía de las usuales quemas controladas en los campos de los agricultores que rodean su casa, o de los incendios incontrolables que arden sin parar al norte y al sur de su hogar.
“Claro que veo el humo”, contó Viviana, “pero veo humo casi siempre”.
Familias como la de Viviana sufren de manera especial y desproporcionada con los incendios forestales, porque el humo agrega otra capa de sustancias tóxicas al aire ya contaminado de sus vecindarios, dicen expertos.
“Sin duda, estas comunidades corren un mayor riesgo” cuando se desatan los incendios, señaló Emanuel Alcala, becario de postgrado del Central Valley Health Policy Institute en la California State University-Fresno. “Sobre todo porque ya conviven con otros peligros ambientales: sitios de desechos tóxicos, mala calidad del agua y, a veces, sin tener aire acondicionado”.
Más de una docena de incendios todavía azotan California, incluidos los dos del Mendocino Complex en la región norte del estado que ya han carbonizado casi 460,000 acres. Uno de esos incendios, el de Ranch Fire, es el más grande en la historia del estado.
Los incendios forestales afectan también a Colorado, Oregon, Idaho y Washington. El humo de estas llamas ha llegado hasta Ohio. Partes del norte de Nevada registraron una de las peores contaminaciones por ozono el mes pasado debido a los incendios y las autoridades del oeste del país emitieron advertencias sanitarias para alertar sobre los riesgos potenciales en grupos vulnerables, como niños pequeños, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias.
En vecindarios como el de Viviana, que se encuentra a pocas millas de granjas lecheras, almacenes de embalaje y campos petrolíferos, la contaminación por partículas y ozono ya representa una amenaza para la salud. El aire se ensucia con las emisiones de los vehículos pesados que funcionan con combustible diésel, así como con los pesticidas y el polvo de las operaciones agrícolas.
El olor del petróleo y de las vacas satura el vecindario, dijo Gustavo Aguirre, el padre de Viviana, y crea una mezcla tóxica con el humo de los incendios forestales.
“Cuando salgo tan solo para pasar el rato con mis amigos, empiezo a toser y tengo que volver a entrar a la casa”, comentó Viviana.
Un 26% de los niños en edad escolar del Valle de San Joaquín tienen asma, la tasa más alta en el estado, según California Health Interview Survey.
Las ciudades en el Valle de San Joaquín, el corazón agrícola del estado, encabezan la lista de las que tienen la peor contaminación del aire del país. El valle es también el lugar donde se concentran las comunidades más pobres del estado: allí están 7 de los 10 condados de California con las tasas más altas de pobreza infantil, según un informe de 2017 del San Joaquin Valley Health Fund.
“La geografía y el clima del valle pueden atrapar aire insalubre durante días, incluso semanas”, señaló Will Barrett, director para la defensa del aire limpio de la American Lung Association en California.
Una combinación de ozono industrial y de partículas por el humo de los incendios forestales queda atrapada entre las montañas que rodean el valle y eleva la calidad del aire a niveles peligrosos. “Estás combinando dos de los contaminantes más extendidos y arraigados”, apuntó Barrett. “Realmente es un doble agravante”.
Agregar humo a la contaminación existente no solo puede exacerbar los síntomas de asma de una persona, sino también desencadenar nuevos casos de enfermedades respiratorias, dijo la doctora Kari Nadeau, directora del Centro Sean N. Parker de Investigación sobre Alergia y Asma en la Universidad de Stanford.
En algunos casos, todo lo que se necesita son unos cinco días de exposición al humo de un incendio forestal para que las personas sin asma, especialmente los niños, desarrollen sibilancia, tos y otros síntomas, dijo.
En lugares ya contaminados como el Valle de San Joaquín, “los incendios forestales empeoran las tasas de asma por cuatro y aumentan la tasa de ataque cardíaco en un 42%”, indicó Nadeau. “Esto va a empeorarlo exponencialmente”.
En el suroeste de Fresno, una comunidad llena de viviendas públicas, María García, de 62 años, vive a menos de 2 millas de una planta procesadora de aves de corral, almacenes y de la Autopista 99.
García se considera saludable, pero una tos persistente este verano la dejó jadeando por aire.
Ella compara algunos de sus síntomas recientes, como presión en el pecho y dolores de cabeza, con los que experimenta su hijo adulto, que padece de asma.
“Creo que es el humo”, dijo García.
Otras regiones del estado también están sufriendo. El humo de los incendios de Mendocino Complex ha llegado al área de la Bahía de San Francisco, a unas tres horas en auto al sur de las llamas.
Una clínica móvil para el asma llamada Breathmobile proporciona consultas gratis y pruebas de función pulmonar para niños en las escuelas de East Bay con un alto número de estudiantes inscritos en Medi-Cal, el programa de Medicaid de California para residentes de bajos ingresos, dijo Mary Frazier, enfermera y directora del programa Northern California Breathmobile.
“Los niños con Medi-Cal tienen más asma”, explicó Frazier. “Tal vez porque están expuestos a más factores desencadenantes. Viven en viviendas para personas de bajos ingresos, con mala calidad del aire, y las casas están cerca de autopistas o fábricas”.
Cuando vuelva a visitar a los niños en septiembre después de que se reanuden las clases, Frazier sabe que se encontrará con muchos niños que han estado tosiendo y que han tenido dificultades para respirar a causa del humo.
En el suroeste de Fresno, Gary Hunt, de 54 años, se ha quedado confinado en casa este verano, saliendo solo para recados importantes y citas médicas. Y siempre usa una máscara.
La contaminación provocada por los incendios está “teniendo un impacto enorme”, empeorando el asma de Hunt, causándole más fatiga, dolor en el pecho y dolores de cabeza, dijo.
Pero extinguir los incendios forestales no garantiza alivio alguno. Hay una planta procesadora de carne cerca de su casa, y la concurrida Ruta estatal 41 está a un cuarto de milla de distancia.
“Dada nuestra ubicación, no tenemos descanso”, comentó.
Hace tres años, Hunt sufrió un ataque de asma severo que lo llevó al hospital. Tuvo que dejar su trabajo en el servicio de mantenimiento de una escuela y perdió su seguro de salud. Se inscribió en Medi-Cal y pronto supo que no todos los médicos aceptan un seguro público, lo que significa que conseguir acceso rápido a la atención médica durante la temporada de incendios puede ser un problema.
Por ejemplo, dijo que necesita ver a un neumólogo, pero tiene que esperar tres meses para una cita.
Las personas con Medi-Cal o quienes no tienen seguro pueden, en algunos casos, esperar hasta un año para recibir tratamiento, dijo Kevin Hamilton, terapeuta respiratorio y CEO de Central California Asthma Collaborative.
Hunt dijo que los médicos le preguntan, con frecuencia, por qué él y su familia no se mudan a una comunidad más saludable. La respuesta es que simplemente no puede pagarlo.
“Si pudiera, no estaría aquí”, concluyó.