La mujer de 90 años en el hogar del área de San Diego estaba bastante lúcida, dijo el doctor Karl Steinberg. Ella no quería medidas agresivas para prolongar su vida. Si su corazón se detenía, no quería resucitación.
Pero cuando Steinberg, experto en cuidados paliativos, transmitió esos deseos a la hija de la mujer, a ella no le pareció lo mejor.
“Dijo, ‘No estoy de acuerdo. Mi madre está confundida”, recordó Steinberg. “Le dije, ‘Vamos a tener que hablar”.
En lugar de discutir, Steinberg utilizó una herramienta cada vez más popular para resolver este dilema. Reunió a madre e hija para una sesión de planeamiento de cuidado anticipado, una consulta sobre el final de la vida que ahora financia el Medicare.
En 2016, el primer año en el que se les permitió a los proveedores de salud facturar por este servicio, casi 575.000 beneficiarios del Medicare participaron en estas conversaciones, según nuevos datos federales obtenidos por Kaiser Health News.
Cerca de 23,000 proveedores presentaron facturas cercanas a los $93 millones, incluyendo más de $43 millones cubiertos por el programa federal para personas mayores y discapacitadas.
El uso fue mucho mayor de lo esperado, casi el doble de las 300.000 personas que la Asociación Médica Americana proyectaba recibir durante el primer año del servicio.
Es una buena noticia para los que promueven estas sesiones, que se centran en la comprensión y documentación de las preferencias de tratamiento para las personas que se acercan al final de sus vidas. Los pacientes y, a menudo, sus familias, discuten con un médico u otro proveedor qué tipo de atención quieren si no son capaces de tomar decisiones por sí mismos.
“Creo que es fantástico que medio millón de personas hablaran con sus médicos el año pasado. Eso es algo bueno”, dijo Paul Malley, presidente de Aging with Dignity (Envejecer con Dignidad), una organización sin fines de lucro de Florida que promueve las discusiones al final de la vida. “Las prácticas de los médicos están aprendiendo. Mi conjetura es que aumentará cada año”.
Sin embargo, sólo una fracción de los proveedores del Medicare elegibles -y de los pacientes- han utilizado el beneficio, que paga alrededor de $86 por la primera visita de 30 minutos y cerca de $75 para sesiones adicionales.
A nivel nacional, un poco más del 1% de los más de 56 millones de beneficiarios del Medicare inscritos a finales de 2016 recibieron charlas de planificación anticipada, según cálculos de analistas de políticas de salud de la Universidad Duke. Pero el uso varió ampliamente entre los estados, desde el 0,2% de los beneficiarios del Medicare en Alaska al 2,49% de los inscritos en el programa en Hawaii.
“Hay una enorme variación por estado. Eso es lo primero que surge”, dijo Donald Taylor Jr., profesor de política pública en Duke.
En parte, eso es porque muchos proveedores, especialmente los médicos de atención primaria, no saben que el acuerdo de reembolso del Medicare, aprobado en 2015, ya ha entrado en vigencia.
“Algunos médicos no saben que se trata de un servicio”, dijo Barbie Hays, estratega de codificación y cumplimiento de Medicare de la Academia Americana de Médicos de Familia. “No saben cómo se les paga por ello. Una de las luchas aquí es que estamos tratando de transmitir este mensaje a nuestros miembros”.
También puede todavía haber una polémica persistente sobre las sesiones, que fueron calificadas como “paneles de la muerte” durante el debate de 2009 sobre la Ley del Cuidado de Salud Asequible (ACA). A principios de este año, la discusión resurgió en el Congreso, cuando el representante Steve King (republicano de Iowa) presentó el Protecting Life Until Natural Death Act, que suspendería el reembolso del Medicare por las citas de planificación anticipada.
King dijo que la motivación del movimiento era económica y no por el interés de los estadounidenses “a los que se les prometió proteger la vida en sus años ancianos”.
Sin embargo, los partidarios como Steinberg afirman que las decisiones informadas, no el ahorro de costos, son el punto central de la nueva política.
“Es realmente importante decir que la razón de esto no es ahorrar dinero, aunque ése puede ser un beneficio lateral, pero es realmente sobre la atención centrada en la persona”, dijo. “Se trata de tomarse el tiempo cuando las personas están enfermas, o incluso cuando no lo están, para hablar de cuáles son sus valores. Hablar de lo que constituye una calidad de vida aceptable frente a una inaceptable”.
Esa fue la discusión que la residente del hogar de San Diego pudo tener con su hija, dijo Steinberg. La mujer de 90 años fue capaz de decir por qué no quería resucitación, o ser intubada, si llegaba a padecer una enfermedad grave.
“Creo que las acercó a las dos”, dijo Steinberg. A pesar de que la hija no necesariamente escuchó lo que quería oír. Fue como entender que, ‘Puede que no esté de acuerdo con su madre, pero ella es su mamá, y si no quiere que alguien golpee su pecho o coloque un tubo en su garganta, esa es su decisión'”.
La cobertura de KHN de problemas del final de la vida y de enfermedades grave es apoyada por The Gordon and Betty Moore Foundation.