Las contracciones de Mallory Pease se hicieron más fuertes cuando su esposo, Mitchell, la llevó al Hospital Oaklawn en Marshall, Michigan, para dar a luz a su segundo hijo. Había sido un embarazo normal, pero le dijo a su médico que en los días previos había tenido dolor de garganta, tos y falta de aliento, síntomas que su doctor sabía podían indicar COVID-19.
Por eso, cuando llegó al hospital, la llevaron a un área de aislamiento, le hicieron la prueba para coronavirus y recibió oxígeno. Dio a luz a su hija el 23 de marzo en un parto que duró unas cinco horas.
Pero solo pudo sostener a la pequeña Alivia por cinco minutos antes que llevaran a la beba a la nursery. A Pease, de 27 años, la trasladaron a un piso para pacientes con COVID-19, donde le dijeron que su prueba había dado positivo. A la mañana siguiente, estaba tan enferma que sus médicos discutieron ponerla en un ventilador.
Mientras luchaba por respirar y estaba preocupada por su vida, le dolía el corazón por no poder tener a su beba. Se aferró al recuerdo de esos cinco minutos.
Pudo acunar a Alivia cuatro días después.
En todo los Estados Unidos, COVID-19 está alterando radicalmente la atención médica, no solo para los adultos mayores vulnerables sino también para las embarazadas y sus recién nacidos. “En las últimas seis semanas, el mundo que conocíamos se alteró completamente”, dijo la doctora Edith Cheng, jefa de división de medicina materna y fetal de la Universidad de Washington.
Los hospitales, desde Seattle hasta St. Louis, recomiendan separar a las madres infectadas de sus recién nacidos durante días, y les piden que renuncien al contacto piel con piel y, a veces, incluso a la lactancia, para prevenir que sus bebés contraigan el virus.
Las acciones se basan en la orientación de las asociaciones médicas. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) habían aconsejado la separación en todos los ámbitos hasta actualizar su orientación el 4 de abril para considerar caso por caso.
La separación va en contra del plan de nacimiento de la mayoría de los padres y de la mejor investigación sobre la atención centrada en la familia. Pero expertos dicen que es importante establecer protecciones, por recién se está adquiriendo conocimiento sobre COVID-19 durante el embarazo y el parto.
“¿Pueden infectarse los bebés si la madre está infectada al nacer? La respuesta es sí, no comúnmente, pero sí”, dijo la doctora Karen Puopolo, profesora asociada de pediatría de la Escuela de medicina de la Universidad de Pensilvania, y coautora de las directrices de la Academia Americana de Pediatría sobre COVID-19 y recién nacidos.
No está claro cuántas mujeres embarazadas han sido infectadas con COVID-19 en los Estados Unidos Representaron solo el 2% de los casos en un informe inicial. Con más de 870,000 infecciones confirmadas en el país hasta el viernes 24 de abril, todavía hay miles de mujeres embarazadas potencialmente afectadas por el mortal virus respiratorio.
Muchas embarazadas pueden estar infectadas y no saberlo. De las 215 mujeres ingresadas para el parto en el Hospital Presbyterian Allen de Nueva York y el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York, del 22 de marzo al 4 de abril, alrededor del 15% dieron positivo para el coronavirus, pero la gran mayoría no mostró síntomas al ingresar.
Informes dispersos de bebés que posiblemente estén enfermos por el coronavirus están surgiendo en todo el país. Un bebé de 9 meses en Chicago que dio positivo por COVID-19 murió en marzo, aunque una investigación adicional ha generado dudas sobre si el virus fue el culpable.
En abril, una niña de 6 semanas que dio positivo para el virus murió en Connecticut, la investigación sobre la causa de su muerte todavía está abierta. El gobernador de Kentucky anunció recientemente que los nuevos casos del estado incluyeron a un bebé de 10 días.
Los bebés muy pequeños pueden tener un mayor riesgo de complicaciones graves por COVID-19 que otros niños. Aunque los de 18 años y menos representan menos del 2% de todos los casos de COVID-19 en los Estados Unidos, según los CDC, los bebés representaron la mayoría de las hospitalizaciones en casos pediátricos.
En las últimas semanas, varias mujeres embarazadas con COVID-19 dieron a luz en el hospital de Cheng, el Centro Médico de la Universidad de Washington en Seattle. Sus recién nacidos fueron enviados a una sección especial en la unidad de cuidados intensivos neonatales. En otras instalaciones, la separación puede implicar llevar al recién nacido a otra habitación, o dejar que la madre y el bebé permanezcan en la misma habitación, pero a 6 pies de distancia y a menudo separados por una cortina.
Se mantienen separados de las madres, y a veces los padres, que también pueden estar enfermos, hasta que los padres no hayan tenido síntomas durante tres días o una semana después de sus primeros síntomas, lo que sea mayor.
Dada la escasez de datos sobre los efectos de COVID-19, algunos expertos se preguntan si separar a madres y recién nacidos es prudente o justificado. Interrumpir el vínculo que se produce en los primeros días de vida podría tener consecuencias de largo alcance, dijo la doctora Yalda Afshar, ginecóloga y obstetra de UCLA Health en Los Ángeles.
“Es incorrecto proceder sin información”, dijo.
Para llenar el vacío de datos, Afshar y sus colegas de la Universidad de California-San Francisco han creado un registro nacional para rastrear los efectos de COVID-19 en las mujeres embarazadas y sus recién nacidos. Más de 1,000 personas ya se han inscrito para el estudio.
Silvana Vergara Tobin, de 33 años, que dirige una galería de arte en línea en la ciudad de Nueva York, es una de ellas. Tobin desarrolló COVID-19 a mediados de marzo y está preocupada por los posibles efectos en el bebé que espera dar a luz en agosto.
“Lo que realmente me asusta es que podría contraerlo de nuevo”, dijo Tobin, cuyos síntomas incluyeron dolores en las fosas nasales y en el cuerpo, y una tos persistente. “O que el bebé no fuera inmune y lo tuviera al nacer”.
El registro hará un seguimiento de las mujeres y sus bebés desde el comienzo del embarazo hasta un año después del parto, tratando de responder preguntas básicas: “¿Las mujeres embarazadas tienen una forma de COVID más grave, menos grave o diferente?; ¿Se transmite en el útero? ¿Causa defectos de nacimiento?”, explicó Afshar.
Los médicos y los pacientes dijeron que es frustrante que haya tantas cosas desconocidas.
Alaine Gilpin, que vive cerca de Louisville, Kentucky, dio positivo para COVID-19 a principios de abril después de toser durante un mes, pero sin mostrar otros síntomas. Dio a luz en el Norton Women’s & Children’s Hospital el 11 de abril a los 5 meses y medio de gestación. El bebé pesó solo 1 libra, 9 onzas y necesitó un respirador. Ahora se pregunta: “¿Podría haber sido por COVID?”
Para proteger a las madres y a los bebés, muchos hospitales con suficientes kits de prueba están comenzando a evaluar a todas las mujeres que se presentan para dar a luz. La doctora Chemen Neal, ginecóloga obstetra de Indiana University Health, dijo que sus colegas bañan a los bebés de madres con COVID apenas nacen.
Y al igual que los profesionales médicos de otros lugares, hablan con cada madre sobre extraer leche materna para su bebé o amamantar solo después de lavarse el torso y las manos y usar una máscara quirúrgica.
En algunos hospitales, los nacimientos de COVID-19 pueden ser especialmente desafiantes. En el Hospital Barnes-Jewish de St. Louis, por ejemplo, las mujeres con síntomas no pueden dar a luz en el área normal de parto porque está en un edificio que también alberga pacientes gravemente inmunocomprometidos. Se instaló una carpa de derivación en el exterior, y las madres con COVID-19 diagnosticado o sospechoso son enviadas a través de la sala de emergencias a un área especial de partos.
Otro desafío es mantener a los bebés seguros después que son dados de alta del hospital. Idealmente, los expertos recomiendan que las madres infectadas se mantengan a 6 pies de distancia de sus bebés mientras otro cuidador lo atiende, pero a menudo esto es difícil, particularmente para las mujeres que carecen de apoyo familiar.
Pease se preocupó por transmitirle el virus a su bebé después de llegar a casa. Antes de abrazar a Alivia en la casa de su tía, y durante los siguientes días, dijo, usaba una máscara y “se lavaba las manos como loca”.
Pero con el tiempo, los síntomas de Pease se han aliviado y se siente más fuerte. Aunque todavía se cansa por las noches, ahora puede alimentar, cambiar y cuidar a su beba. Y dijo que su vínculo con la beba es fuerte.
“Alivia está bien y es feliz “, dijo Pease. “Siempre está alerta”.
Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.