Ningún municipio del país sufrió más durante la primera ola de la pandemia que la ciudad de Nueva York, que registró más de 24,000 muertes, la mayoría en la primavera. El personal médico de Nueva York sabe exactamente lo difíciles y peligrosos que pueden ser los hospitales abrumados y se preparan con cautela cuando las infecciones están en aumento.
En el área metropolitana de Nueva York, líderes de salud pública y trabajadores de salud dicen que están observando la tendencia a medida que las unidades de cuidados intensivos se llenan en otras partes de los Estados Unidos y en todo el mundo. Dicen que les recuerda la primavera pasada, cuando las sirenas de las ambulancias eran omnipresentes y la región era el epicentro de la pandemia de COVID-19 del país.
Todos concuerdan en que los hospitales y los proveedores de atención están en mucho mejor estado ahora que entonces, porque hay mucho más conocimiento sobre la enfermedad y cómo manejarla; hay mayor reservas de equipo de protección personal; y pruebas mucho, mucho más extendidas.
Pero al mismo tiempo, muchos trabajadores de primera línea están nerviosos por la preparación del hospital, y muchos observadores son menos optimistas sobre la efectividad de la infraestructura de rastreo y pruebas para el coronavirus.
“Creo que hay mucha ansiedad”, dijo la doctora Laura Iavicoli, jefa de preparación para emergencias de NYC Health + Hospitals, el sistema hospitalario municipal más grande del país. Iavicoli también es médica en la sala de emergencias del Elmhurst Hospital, en Queens, que llegó a definirse como “el epicentro del epicentro” en abril. Aún así, tiene una enorme confianza en el personal del sistema hospitalario municipal.
“He trabajado con ellos durante 20 años y son las personas más increíbles de las que puedo hablar, pero hay ansiedad y fatiga por COVID”, expresó.
“Estamos haciendo un poco de redistribución alrededor del sistema para darles capacidad a los pacientes de COVID, pero es muy manejable dentro del sistema”, dijo Iavicoli. “El aumento es definitivamente típico en la temporada de gripe, pero sabiendo que acabamos de entrar en la segunda ola [de COVID-19] y prediciendo lo que vendrá, somos un poco más conscientes de lo normal para asegurarnos de tener capacidad en todas nuestras 11 instalaciones”.
Sin embargo, muchas enfermeras dicen que los administradores del hospital no han aprendido lo suficiente de la experiencia de marzo y abril.
“Estamos asustadas porque tememos que vamos a tener que pasar por todo de nuevo”, dijo Michelle González, enfermera de cuidados intensivos en Montefiore Medical Center, en el Bronx, y representante sindical de NYSNA, New York, la asociación de enfermeras del estado.
González dijo que en su unidad, las enfermeras generalmente atienden a uno o dos pacientes a la vez, pero ahora tienen que cuidar tres, con el número de pacientes con COVID aumentando una vez más. Atender a cuatro pacientes o más fue algo común durante el pico de la pandemia, lo cual es abrumador, dijo Gonzál;ez. Si un paciente colapsa, varias enfermeras deben converger a la vez, dejando a otros pacientes sin supervisión.
Un vocero del sindicato dijo que Montefiore, según sus propios cálculos, tiene 476 puestos de enfermería vacantes, un número que ha aumentado en casi 100 desde 2019.
“La gerencia no está cumpliendo su promesa de cubrir las vacantes y contratar enfermeras”, dijo Kristi Barnes, de NYSNA. “En la primera semana de diciembre, tenían 188 puestos de enfermería a tiempo completo que ni siquiera habían publicado, por lo que no hay forma de que se puedan cubrir”.
La administración de Montefiore dice que eso no es correcto.
“Tenemos un acuerdo contractual con el sindicato y cumplimos con las obligaciones contractuales de ese acuerdo”, dijo Peter Semczuk, vicepresidente senior de operaciones. “Adaptamos nuestro personal de una manera flexible para satisfacer las necesidades del paciente”.
Como muchos sistemas hospitalarios, Montefiore dependió en gran medida, a principios de año, de las agencias de personal temporal que ofrecen “enfermeras viajeras”. Los hospitales se están preparando para hacerlo nuevamente, pero hay demanda en todo el país.
NYSNA encabezó una huelga de dos días en Montefiore New Rochelle a principios de diciembre, luego de que las negociaciones para tener contratos por dos años que estaban en marcha se estancaran.
Iavicoli dijo que cada una de las instalaciones de su red ha presentado solicitudes para que NYC Health + Hospitals pueda realizar un pedido preliminar ahora.
Esta vez, los planificadores de salud esperan que los neoyorquinos no lleguen a las salas de emergencia. Señalan el modesto aumento en las hospitalizaciones por COVID en los últimos dos meses en comparación con otras áreas, incluidas Nueva Jersey y Connecticut.
Esperan que las pruebas mantengan la curva relativamente, que se administran de manera más generalizada en Nueva York que en casi cualquier otro lugar del país. Aproximadamente 200,000 personas en todo el estado se hacen la prueba cada día, aproximadamente un tercio de ellas en la ciudad de Nueva York.
“Es el primer paso para interrumpir una mayor propagación”, dijo el doctor Dave Chokshi, comisionado de salud de la ciudad.
Agregó que las pruebas masivas funcionan en dos niveles: al resaltar qué áreas son zonas calientes, para que los trabajadores de salud puedan dirigirse a los residentes con mensajes “hiperlocales” sobre la propagación de COVID-19, para hacer que cambien su comportamiento y también al permitir los rastreadores de contacto comunicarse individualmente con personas recién infectadas.
“Una vez que alguien da positivo, rápidamente lo ayudamos a aislarse”, dijo Chokshi. “Tenemos una entrevista con ellos para saber quiénes son sus contactos cercanos, y luego llamamos a esos contactos y nos aseguramos de que también estén en cuarentena”.
Sin embargo, el programa de rastreo de contactos de la ciudad ha tenido un historial mixto.
Las personas a las que contactan cumplen con la cuarentena, pero menos de la mitad comparte los nombres de las personas a las que podrían haber expuesto. Denis Nash, epidemiólogo que trabajó anteriormente para el Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), dijo que la ciudad no ha profundizado con éxito en cómo se propaga realmente el coronavirus, porque los rastreadores de contactos no preguntan lo suficiente sobre los comportamientos de las personas y sus posibles exposiciones.
Este conocimiento, aunque imperfecto, podría conducir a decisiones de política pública mejor informadas, dijo Nash, sobre si cerrar el interior de los restaurantes, salones de belleza o gimnasios. Sin esos datos, los líderes solo están haciendo conjeturas.
Otros culpan al programa de pruebas y rastreo de la ciudad por no llegar lo suficiente a las comunidades pobres de color, que sufrieron desproporcionadamente durante la primera ola de COVID. Chokshi, el comisionado de salud, dijo que llevar los sitios de prueba a estos vecindarios ha sido una prioridad, pero un análisis reciente sugirió que no está funcionando tan bien como pretendía la ciudad.
“Es evidente que existe una disparidad en la realización de pruebas generalizadas en la ciudad de Nueva York”, dijo Wil Lieberman-Cribbin, estudiante graduado e investigador de salud ambiental en la Universidad de Columbia.
Lieberman-Cribbin observó cuántas personas se están haciendo la prueba, por vecindario, y correlacionó esas cifras con la raza, el nivel de ingresos y la tasa de resultados positivos para COVID. En las áreas más ricas, las personas se hacen muchas más pruebas y tienen mucha menos enfermedad. En los más pobres, las personas reciben muchas menos pruebas y están mucho más enfermas.
Más pruebas en esas áreas detectarían los casos antes de que las personas desarrollen síntomas.
“Las pruebas son realmente necesarias, no solo para proteger a los más vulnerables, sino para tratar colectivamente de controlar a COVID y reabrir la ciudad de Nueva York”, dijo Lieberman-Cribbin.
El equipo de protección personal, o EPP, también es mucho más amplio que la primavera pasada, pero todavía sigue siendo motivo de controversia.
Las autoridades de salud del estado de Nueva York exigen que los hospitales acumulen un suministro de EPP para 90 días; para los hogares de adultos mayores, para 60 días. Muchas instalaciones han cumplido con los plazos de septiembre y octubre, pero otras no.
Montefiore, NYC Health + Hospitals y otras grandes redes de hospitales dicen que tienen al menos ese stock, si no más.
Las enfermeras, sin embargo, dicen que deben poder obtener máscaras N95 nuevas cada vez que ven a un nuevo paciente, para limitar el riesgo de contaminación. Muchos administradores responden que eso no es factible, dada la precariedad de la cadena de suministro. Remarcan que las guías de los CDC permiten el “uso extendido” de algunos PPE.
“[Las enfermeras y otros cuidadores] se cambian los guantes entre pacientes y paciente, pero pueden usar la misma mascarilla N95 durante un turno y colocar una mascarilla quirúrgica sobre ella solo para preservarla y cambiarla si se rompe o contamina”, dijo Iavicoli, del sistema hospitalario de la ciudad. “Pero definitivamente en el próximo turno, recibirán una nueva”.
Esta historia es parte de una alianza que incluye a WNYC, NPR y KHN.
Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.