La llamada al departamento de policía de Concord, New Hampshire, fue breve. Una mujer iba a su camioneta cuando vio que había un hombre debajo del vehículo. Lo enfrentó. El hombre huyó. La mujer quiso que un oficial de policía se asegurara de que su camioneta estaba bien.
“Ya vamos”, murmuró el oficial Brian Cregg mientras pisaba el acelerador. Pocos minutos después, estaba conduciendo por la parte trasera de un estacionamiento de Walmart, buscando al hombre.
“Ahí está”, dijo Cregg. El oficial detuvo el auto y se acercó a un hombre que encajaba con la descripción de la mujer que llamó al 911. Cregg registró al hombre, que se llamaba Kerry. (Se utiliza sólo el nombre de pila porque se trata de una persona que puede tener problemas graves de salud mental y drogadicción).
“¿Por qué te metiste debajo de la camioneta?”, le preguntó Cregg.
Kerry, con la cabeza gacha, balanceándose hacia adelante y hacia atrás, respondió en voz baja a las preguntas de Cregg. Hay un concurso, dijo Kerry. El premio era una camioneta nueva, y sólo tenía que encontrar la camioneta con la llave escondida en la parte de abajo. Dijo que ya había buscado en tres.
“Kerry, ¿has consumido algo hoy?” preguntó Cregg. “Me parece que no estás bien”.
“No, no”, respondió Kerry, agitando la cabeza con fuerza. “Sólo estoy estresado”.
Cregg observó a Kerry, buscando señales… ¿Era un caso de metanfetaminas o un problema de salud mental? En los últimos tres años, se ha vuelto más difícil responder a esa pregunta dado el aumento de la metanfetamina en New Hampshire y en todo Estados Unidos. La policía, en áreas del país donde la metanfetamina ha mantenido una presencia constante, tiene más experiencia a la hora de hacer una evaluación, pero en Concord y en muchas partes del noreste, el ataque de la metanfetamina es algo nuevo.
La policía de Concord necesita saber si se trata de un problema de salud mental o de drogas, o de ambos, porque eso determinará la respuesta adecuada.
Concord puede llegar a enviar de seis a ocho oficiales para controlar a alguien que corre entre el tráfico bajo el efecto de las metanfetaminas. Las técnicas que estos oficiales aprendieron durante el entrenamiento para intervenir en una crisis de salud mental no funcionan cuando alguien está fuera de control por las metanfetaminas. Varios agentes resultaron heridos al acudir a llamadas relacionadas con esta droga.
“Quédate donde estás, ¿de acuerdo?”, le dijo Cregg a Kerry. “Me caes bien, no te muevas de ahí”.
Cregg se alejó unos pasos de Kerry para hablar con uno de los otros dos oficiales que habían acudido a la llamada. Era la tercera vez en los últimos meses que conductores asustados reportaban haber encontrado a Kerry debajo de su vehículo. Cregg decidió que los delirios de Kerry eran problemas de salud mental y no pidió más apoyo.
Kerry, ahora esposado, subió a la parte trasera de la patrulla de Cregg y fueron a la estación de policía. El presunto delito de Kerry: merodear por las calles.
“Eh, Kerry, hombre, ¿te gustaría ir al hospital a hablar con alguien?”, Cregg hizo una versión de esta misma pregunta cuatro veces.
“No, no”, repitió Kerry, “Ya pasé por eso hace años; no quiero volver”.
Kerry le dijo que quedarse en la sala de emergencias de un hospital, esperando días, tal vez semanas, por una vacante en un programa de tratamiento psicológico, hace que su ansiedad empeore.
“¿Qué es esto, Kerry?”, le preguntó Cregg al sacarle de un bolsillo una pequeña bolsa de plástico con brillantes fragmentos blancos. Parecía metanfetamina. “Esto explica muchas cosas”.
Cregg explicó que lo que creía que era un comportamiento psicótico probablemente tenía más que ver con la metanfetamina.
Pero “en esa llamada, no se pudo diferenciar. Al principio no pude darme cuenta”, dijo Cregg.
Esto puede deberse a que Kerry es uno de los 9,2 millones de adultos en los Estados Unidos que enfrentan tanto un problema de salud mental como de drogas. En este caso, el no poder decir qué es lo que provocaba los delirios de Kerry no le causó ningún problema ni a él ni a la policía. Nunca perdió el control. Pero el jefe de policía de Concord, Bradley Osgood, dijo que las llamadas por casos de metanfetamina generalmente son más difíciles que ésta.
“Se requiere más firmeza para controlar a alguien que está bajo los efectos de la metanfetamina”, dijo Osgood, “porque a menudo son muy volátiles y agresivos, y hay que tratar esa hostilidad de manera diferente”.
La metanfetamina representa el 60% de las incautaciones de drogas en Concord, y la policía dice que ya han adoptado esa respuesta más firme. Pero esto preocupa a algunos activistas de la salud mental porque la policía podría estar usando demasiada fuerza. Sam Cochran, un mayor retirado del Departamento de Policía de Memphis que cofundó y ahora ayuda a dirigir CIT International, un programa de intervención en crisis que incluye capacitación para la policía, dijo que los agentes no hacen diagnósticos.
“La principal preocupación del oficial es: ‘¿Cómo establezco la comunicación? ¿Cómo consigo obediencia para lograr seguridad?'”, explicó Cochran.
Hay señales que se pueden ver en quienes usan metanfetaminas por largo tiempo que no suelen aparecer entre los pacientes de salud mental: heridas en la piel y costras, dientes podridos, pupilas dilatadas. Pero los expertos en adicciones están de acuerdo en que es difícil determinar a primera vista qué está pasando con alguien que parece extremadamente agitado.
“La posesión de metanfetamina puede ser una pista, pero para determinar los efectos agudos de la droga frente a una enfermedad mental de larga data puede llevar más tiempo”, señaló la doctora Melissa Weimer, profesora asistente de la facultad de medicina de la Universidad de Yale. Weimer dijo que los efectos de la metanfetamina pueden durar 72 horas o más.
El aumento en el uso de metanfetamina es relativamente reciente en Nueva Inglaterra. En la fuerza policial, Cochran se ocupó durante años del hecho de que la metanfetamina pueda confundirse con los problemas de salud mental. Dijo que calmar las cosas y evitar el pánico puede funcionar cuando se trata de personas bajo los efectos de la metanfetamina.
“Pero seamos realistas, hay algunas personas que están tan enfermas”, dijo Cochran, que “los agentes se ven obligados a actuar inmediatamente por seguridad. A veces eso puede significar una acción directa”.
Cochran y una especialista en salud mental, la doctora Margie Balfour, profesora asociada de psiquiatría en la Universidad de Arizona, dicen que el objetivo es usar la fuerza sólo como último recurso.
“Y luego, idealmente”, dijo Balfour, “ya sea metanfetamina o salud mental o ambas cosas… se llevará a esa persona a algún lugar donde reciba tratamiento, no a la cárcel”.
Balfour también es jefa de calidad e innovación clínica en Connections Health Solutions. La organización opera una red de centros de crisis psiquiátricas en Arizona donde, en lugar de hacer un arresto, la policía puede dejar las 24 horas del día a cualquier persona que esté fuera de control por metanfetaminas o que tenga un problema de salud mental. Balfour dijo que el 20% de los adultos atendidos en Connections dieron positivo para metanfetamina.
Kerry debía presentarse ante una corte de New Hampshire la semana pasada, donde un juez podría haber ordenado un tratamiento de drogas o una evaluación. Kerry no fue, pero dijo que está tratando de presentarse en otra fecha.
Esta historia es parte de una alianza que incluye a WBUR, NPR y Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.