SONOMA, California. – Maia y Mia Bravo salieron de su casa en un brillante día de verano y sintieron el peligro.
Humo de madera quemada flotaba sobre su jardín. Maia, de 17 años, buscó la fuente mientras Mia, de 14, buscaba la manguera, abría el grifo y rociaba el perímetro de la propiedad con agua.
Ese olor a humo transportó a las hermanas a una ventosa tarde de octubre de 2017, cuando un incendio forestal llegó a su anterior casa. Desde la parte trasera de la minivan, las niñas vieron las llamas que rodeaban su trailer en Glen Ellen, un pueblo en la región vinícola del norte de California.
Abandonaron sus pertenencias, incluida la muñeca favorita de Mia, y se fueron sin su gata, Misi, que estaba asustada por el fuego. Lo único que la familia salvó fue una manta del bebé de 3 meses.
La familia se alejó por caminos oscuros iluminados por árboles y plantas en llamas. Mía estaba tranquila. Maia vomitó.
A medida que los incendios forestales de California se vuelven más intensos, frecuentes y generalizados, muchos niños que los sobreviven experimentan traumas psicológicos duraderos, como ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático.
Los niños también pueden desarrollar problemas de sueño o de atención, o tener dificultades en la escuela. Si no se aborda, el trauma emocional puede afectar su salud física, lo que puede conducir a problemas de salud crónicos, enfermedades mentales y adicciones.
Desde 2020, el estado ha pedido a los médicos que participan en el programa estatal de Medicaid para personas de bajos ingresos que evalúen a niños y adultos para detectar eventos potencialmente traumáticos relacionados con experiencias infantiles adversas.
En el último reporte ACE (Adverse Childhood Experiences) del estado, que se llevó a cabo entre enero de 2020 y septiembre de 2021, se descubrió que los niños y adultos tenían un mayor riesgo de estrés tóxico o trauma si vivían en los condados del norte, una región principalmente rural castigada por los incendios.
Si bien hay las evaluaciones pueden ayudar a detectar negligencia, abuso o disfunción en el hogar, médicos y funcionarios de salud han sugerido que los incendios forestales contribuyeron a las altas puntuaciones de ACE en las zonas rurales del norte de California.
En un informe anual, se descubrió que el 70% de los niños y adultos del condado de Shasta, donde ardió el incendio de Carr en 2018, tenían un alto riesgo de trauma. En el condado de Napa, donde el incendio de Tubbs arrasó la región vinícola en 2017, se consideró que el 50% de los niños y adultos tenían un alto riesgo de trauma.
En un análisis complementario, investigadores encontraron que el 75% de los adultos en algunos condados del norte de California han experimentado uno o más eventos traumáticos, en comparación con el 60% en todo el estado. Eso incluye el condado de Butte, donde el Camp Fire se cobró la vida de 85 personas.
“Para empezar, cuando la población ya tiene un alto rango de trauma y se agrega el trauma ambiental, simplemente vuelve todo más difícil”, dijo el doctor Sean Dugan, pediatra en el Centro de Salud Comunitario de Shasta que realizó algunas de las evaluaciones ACE.
Los incendios forestales interrumpen las rutinas, obligan a las personas a mudarse y crean inestabilidad para los niños que necesitan consuelo y seguridad. En los últimos años, los demógrafos de California han atribuido algunos cambios dramáticos en la población a los incendios forestales que destruyen hogares y desplazan familias.
“No hay nada más estresante para un niño que ver a sus padres enloquecidos”, dijo Christopher Godley, director de manejo de emergencias del condado de Sonoma, que desde 2015 ha sido afectado por cinco de los incendios forestales más devastadores del estado.
Los niños también pueden ser víctimas indirectas de los incendios forestales. Según un estudio publicado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, aproximadamente 7,4 millones de niños en el país se ven afectados anualmente por el humo de los incendios forestales, que no solo afecta el sistema respiratorio sino que puede contribuir al trastorno por déficit de atención/hiperactividad, autismo, deterioro del rendimiento escolar y problemas de memoria.
En 2017, la familia Bravo escapó del Incendio Tubbs, que quemó partes de los condados de Napa y Sonoma y la ciudad de Santa Rosa. En ese momento, fue el incendio más destructivo en la historia del estado, arrasó vecindarios y mató a casi dos docenas de personas.
La primera noche durmieron en su minivan y luego se refugiaron con su familia en las cercanías de Petaluma.
“Tenía miedo, estaba en estado de shock”, recordó Maia. “Me quedaba despierta toda la noche”.
Las hermanas encontraron a su gato Misi acurrucado debajo del trailer de un vecino 15 días después de que evacuaran. Sus patas tenían graves quemaduras.
Durante los primeros años después del incendio, Maia tuvo pesadillas llenas de llamas, cenizas y casas carbonizadas. Se despertaba sobresaltada con el sonido de las sirenas de los camiones de bomberos.
Los niños pueden responder de manera diferente al trauma dependiendo de su edad. Los más pequeños pueden sentirse ansiosos y temerosos, comer mal o desarrollar ansiedad por la separación de sus padres o adultos de confianza. Los niños mayores pueden sentirse deprimidos y solos, desarrollar trastornos alimentarios o comportamientos autodestructivos, o comenzar a consumir alcohol o drogas.
“Cuando tienes a estos niños que han tenido estas evacuaciones intensas, experimentado pérdidas de vidas, destrucción completa de la propiedad, es importante que tengan apoyo social”, dijo Melissa Brymer, directora de programas contra el terrorismo y desastres del UCLA-Duke University National Center for Child Traumatic Stress.
Brymer dijo que los niños también necesitan herramientas para mantener la calma. Esas incluyen mantener rutinas, jugar juegos familiares, hacer ejercicio o ver a un consejero, explicó Sarah Lowe, psicóloga clínica y profesora asociada de la Escuela de Salud Pública de Yale.
“Para los niños, es realmente importante infundir una sensación de estabilidad y restablecer cierta sensación de rutina y normalidad”, agregó.
Los socorristas han comenzado a integrar el bienestar mental, tanto para adultos como para niños, en sus planes de respuesta ante desastres.
Funcionarios del condado de Sonoma ahora publican recursos para las personas que enfrentan el estrés durante los incendios forestales junto con consejos para armar kits de emergencia, y desarrollar un plan de escape.
Y el condado desplegará trabajadores de salud mental durante los desastres como parte de su nuevo plan de operaciones de emergencia, dijo Godley. Enviará especialistas en salud conductual a refugios de emergencia y trabajará con grupos comunitarios para rastrear las necesidades de los sobrevivientes de incendios forestales.
“Muchas de las poblaciones más vulnerables van a necesitar salud conductual especializada y eso será especialmente cierto para los niños”, dijo Godley.
Maia y Mia se mudaron tres veces desde que se incendio su trailer. Maia comenzó a ver al consejero escolar unas semanas después de regresar a la escuela. Mia era más reacia a aceptar ayuda y no comenzó a recibir asesoramiento hasta enero de 2018.
“Hablar de eso con el consejero me tranquilizó”, dijo Maia. “Ahora, puedo dormir. Pero cuando escucho sobre incendios, me pongo nerviosa de que vuelva a suceder”.
Su madre, Erandy Bravo, alentó a sus hijas a controlar su ansiedad escribiendo en un diario, pero las hermanas optaron por un enfoque más práctico para sobrellevar su trauma: preparon un bolso con sus libros escolares, computadoras portátiles y objetos personales que querrían en caso de otro incendio.
Las niñas asisten a talleres sobre cómo manejar la ansiedad en un centro local para adolescentes y se han convertido en líderes de un grupo de apoyo. Maia, quien se graduó de la secundaria en junio, estudiará psicología cuando comience en Santa Rosa Junior College en el otoño. Mia, que está en décimo grado, quiere ser despachadora de emergencias.
Aún así, las hermanas Bravo permanecen alertas.
En su nuevo hogar, cuando las hermanas olieron humo en su patio a principios de este año, pronto se dieron cuenta de que provenía de la chimenea del vecino. Se sintieron seguras y volvieron a la casa.