Victoria Cooper pensaba que su consumo de alcohol en la universidad era como los de los demás. Shots en las fiestas, cervezas mientras jugaba al bowling. Tomaba más que otros y las resacas le hacían perder clases, pero así y todo pensaba que no tenía ningún problema.
“Según la imagen que tenía del alcoholismo —viejos embriagándose en un estacionamiento— yo pensaba que estaba bien”, dijo Cooper, que ahora está sobria y vive en Chapel Hill, Carolina del Norte.
Esa imagen de quiénes son los que sufren de alcoholismo, transmitida por la cultura pop, era engañosa hace más de una década, cuando Cooper estaba en la universidad. Y es aún menos representativa hoy en día.
Desde hace casi un siglo, las mujeres han ido cerrando la brecha de género en el consumo de alcohol, las borracheras y los trastornos que acarrea. Lo que antes era una proporción de 3 a 1, está más cerca de 1 a 1 a nivel mundial, según sugirió un análisis en 2016.
Y los últimos datos de Estados Unidos, de 2019, muestran que las mujeres en su adolescencia y sus 20 años informaron que bebían y se emborrachaban en tasas más altas que sus compañeros masculinos; en algunos casos, por primera vez desde que los investigadores comenzaron a medir este comportamiento.
Esta tendencia surge en paralelo a una mayor atención a la salud mental de las mujeres jóvenes, y a los investigadores les preocupa que los efectos a largo plazo de la pandemia de covid-19 puedan amplificar ambos patrones.
“No se trata sólo de que las mujeres beban más, sino de que se vean realmente afectadas por esto física y mentalmente”, afirmó Dawn Sugarman, psicóloga investigadora del Hospital McLean de Massachusetts, que ha estudiado la adicción en mujeres.
Las investigaciones demuestran que la salud de las mujeres sufre como consecuencia del alcohol —enfermedades hepáticas, cardíacas y cáncer— más rápidamente que la de los hombres, incluso con niveles de consumo más bajos.
Tal vez lo más preocupante sea que la creciente igualdad de género en el consumo de alcohol no se extiende al reconocimiento o tratamiento de los trastornos relacionados, señaló Sugarman. De manera que, aunque algunas mujeres beban más, es menos probable que reciban la ayuda que necesitan.
En el caso de Cooper, el consumo de alcohol la llevó a abandonar la universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill. Regresó a casa y pronto empezó a tomar uno o dos tragos de vodka cada mañana antes de ir a trabajar, seguidos de dos tragos más en el almuerzo.
Cuando intentó dejarlo por su cuenta, ya no pudo.
Aunque la brecha de género en el consumo de alcohol se está reduciendo en todas las edades, las razones difieren. En el caso de los mayores de 26 años, las mujeres aumentan su consumo de alcohol más rápidamente que los hombres. Sin embargo, entre los adolescentes y los jóvenes adultos se observa un descenso general de este consumo. El descenso es simplemente más lento en el caso de las mujeres.
Esto puede parecer un avance, según Aaron White, asesor científico del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo. Pero puede indicar problemas subyacentes de mayor envergadura.
“Nos preocupa que, aunque haya menos gente bebiendo, muchos de los que beben podrían estar haciéndolo específicamente para intentar sobrellevar una situación”, señaló White. “Y eso es problemático”.
Las investigaciones sugieren que las personas que beben para sobrellevar o hacer frente a algo
—en lugar de beber por placer— tienen un mayor riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de alcohol. Y aunque las razones de cada individuo para beber son diferentes, los estudios han encontrado que las mujeres son más propensas que los hombres a beber para hacer frente a un problema.
Cooper contó que, durante la adolescencia, el alcohol la ayudó a superar la ansiedad social. Luego fue agredida sexualmente, y surgió un nuevo patrón. Beber para afrontar un trauma. “Es difícil salir de ese ciclo de vergüenza, bebida y abuso”, añadió Cooper.
Estadísticamente, las mujeres tienen más probabilidades de sufrir abusos o agresiones sexuales en la infancia que los hombres. En los últimos años, estudios han revelado que los índices de depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y suicidio aumentan entre las mujeres adolescentes y adultas jóvenes. Eso podría explicar su consumo de alcohol, dijo White.
Y las capas de estrés, el aislamiento y el trauma de covid-19 podrían empeorar las cosas.
Un estudio que analizó los efectos del alcohol en los universitarios, al principio de la pandemia, descubrió un mayor consumo de alcohol entre los que declaraban mayores niveles de estrés y ansiedad. Además, varios estudios descubrieron que las mujeres eran más propensas a reportar aumentos de este consumo durante la pandemia, especialmente si experimentaban un mayor estrés.
“Para abordar los problemas con el alcohol, también tenemos que abordar estos problemas generalizados con la salud mental”, señaló White. “Todo está relacionado”.
Es más, a pesar de las iniciales propiedades calmantes del alcohol, en realidad aumenta la ansiedad, y los estudios demuestran que causa daños cerebrales y puede conducir a la depresión más rápidamente en las mujeres que en los hombres.
Cuando Gillian Tietz empezó a beber en la universidad, descubrió que un vaso de vino le ayudaba a aliviar el estrés. Pero en cuanto el vaso se vaciaba, sus preocupaciones empeoraban. Al cabo de un año, empezó a beber a diario. Dijo que la ansiedad la mantenía despierta por la noche y empezó a tener pensamientos suicidas.
Sólo cuando Tietz decidió dejar de beber por un tiempo, se dio cuenta de la conexión. De repente, los pensamientos suicidas cesaron.
“Eso hizo que la decisión de dejarlo fuera realmente poderosa”, explicó Tietz, de 30 años, que ahora conduce un podcast llamado Sober Powered. “Supe claramente lo que me hacía el alcohol”.
Hasta los años 90, la mayoría de las investigaciones sobre el alcohol se centraban en los hombres. Ahora, a medida que las mujeres se acercan a la paridad en los hábitos de consumo de alcohol, los científicos descubren más sobre los daños desiguales que el alcohol causa en sus cuerpos.
Las mujeres suelen tener menos agua corporal, que disuelve el alcohol, que los hombres del mismo peso. Esto significa que el mismo número de bebidas les lleva a tener mayores concentraciones de alcohol en la sangre, y sus tejidos corporales están expuestos a más alcohol.
¿El resultado? “Con un menor número de años de consumo de alcohol, las mujeres enferman más rápido”, afirmó Sugarman, del Hospital McLean.
Tienen más riesgo de sufrir resacas, desmayos, enfermedades hepáticas, enfermedades cardiovasculares inducidas por el alcohol y ciertos cánceres. Un estudio descubrió que las visitas a urgencias relacionadas con el alcohol entre 2006 y 2014 aumentaron un 70% en el caso de las mujeres, frente al 58% de los hombres. Otro trabajo informó que la tasa de cirrosis relacionada con el alcohol de 2009 a 2015 aumentó un 50% para las mujeres, frente al 30% de los hombres.
Sin embargo, cuando se trata de la prevención y el tratamiento de los problemas de salud relacionados con el alcohol, “ese mensaje no se difunde como debería”, señaló Sugarman.
Como parte de un estudio, Sugarman y sus colegas, dieron a las mujeres que luchaban contra el consumo de alcohol información sobre cómo el alcohol afecta a las mujeres de forma diferente a los hombres. Algunas participantes habían estado en desintoxicación 20 veces, pero nunca habían escuchado esta información, dijo Sugarman.
La investigación de los colegas de Sugarman descubrió que las mujeres con trastorno por consumo de alcohol conseguían mejores resultados cuando estaban en grupos de tratamiento sólo para mujeres, que incluían un enfoque en la salud mental y el trauma, así como educación sobre los elementos específicos de género de la adicción.
Para Cooper, inscribirse en un programa de tratamiento residencial de 90 días, en 2018, cambió drásticamente su propia percepción de quién está afectado por la adicción. Se encontró rodeada de otras mujeres de 20 años que también luchaban contra el alcohol y las drogas. “Fue la primera vez en mucho tiempo que no me sentí sola”, expresó.
En 2019, regresó a UNC-Chapel Hill y terminó su licenciatura en estudios de género, completando un proyecto sobre los vínculos entre la violencia sexual, el trauma y la adicción.
Aunque los programas han ayudado a Cooper a mantenerse sobria durante 3 años y medio, dijo que una desventaja de esos esfuerzos es que a menudo están dominados por los hombres. Literatura escrita por hombres. Consejos dirigidos a los hombres. Ejemplos sobre hombres.
Cooper piensa volver a la universidad, este otoño, para hacer un máster en trabajo social, con el objetivo de trabajar para cambiar esto.
Esta historia fue producida por KHN (Kaiser Health News), la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud. Junto con Análisis de Políticas y Encuestas, KHN es uno de los tres principales programas de KFF. KFF es una organización sin fines de lucro que brinda información sobre temas de salud a la nación.