El hombre alto y desgarbado torció entre sus manos un papel doblado como un cono, mientras surgían historias sobre sus casi 30 años de adicción: el robo que lo llevó a la cárcel a los 17; el diploma de secundaria que nunca obtuvo, pasando por los horrores de la desintoxicación, unas 40 veces, incluida esta última batalla, que terminó hace pocas semanas. Ahora está en una unidad de tratamiento residencial por al menos un mes.
“Soy un adicto grave”, dijo Julio César Santiago, de 44 años. “Todavía tengo sueños en los que estoy a punto de consumir drogas y tengo que despertar y ponerme de rodillas para orar: ‘Por favor Dios aleja esto de mí, porque no quiero volver atrás. Sé que, si vuelvo allí, será mi fin”.
Santiago tiene motivos para preocuparse. Los datos sobre la adicción a los opioides en su estado natal de Massachusetts muestran que la tasa de muerte por sobredosis para los latinos se ha duplicado en tres años, creciendo al doble de las tasas de blancos no hispanos y negros no hispanos.
Las muertes por sobredosis de opioides entre latinos también están aumentando a nivel nacional. Si bien el número total de víctimas mortales sigue siendo más alto para los blancos no hispanos, es cada vez más vez para los latinos y los negros no hispanos, según datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Las muertes de latinos aumentaron un 52.5% entre 2014 y 2016, en comparación con el 45.8% solo entre blancos no hispanos. (Las estadísticas dicen que los recuentos de sobredosis de hispanos suelen subestimarse). El aumento más sustancial se produjo entre los negros no hispanos: 83,9%.
Los datos muestran que la cara de esta epidemia está cambiando.
“Lo que pensamos inicialmente, que era un problema de los blancos no hispanos, no era del todo exacto”, dijo Robert Anderson, jefe de la división de estadísticas de mortalidad en el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los CDC. “Si revisas los datos, puedes ver los aumentos en todos estos grupos a lo largo del tiempo, pero nos centramos en los blancos no hispanos porque las tasas eran mucho más altas”.
Hay poco conocimiento sobre por qué las muertes por sobredosis están aumentando más rápidamente entre los negros no hispanos y los latinos, que entre los blancos no hispanos. Algunos médicos y trabajadores comunitarios sospechan que la infiltración de fentanilo en la cocaína está provocando muertes entre los negros no hispanos.
La imagen de lo que está sucediendo entre los latinos ha sido difusa, pero las entrevistas con casi dos docenas de personas que usaron o están usando drogas, y sus familiares, proveedores de tratamiento de adicciones y médicos revelan que las barreras culturales e idiomáticas, incluso el miedo a la deportación, podrían limitar el acceso de los latinos a tratamientos que pueden salvarles la vida.
Pocas opciones de tratamiento bilingüe
Irma Bermúdez, de 43 años, se describe a sí misma como una “adicta en recuperación agradecida”. Ella vive en la unidad residencial para mujeres de Casa Esperanza, un colectivo de tratamientos diurnos, programas residenciales y viviendas de transición en el vecindario de Roxbury, en Boston.
Bermúdez dijo que la barrera del idioma mantiene a cualquier persona que no puede leer en inglés fuera del tratamiento desde el primer momento, mientras intentan descifrar sitios web o folletos que explican opciones. Si llaman a un número en la pantalla o entran a una oficina y “no hay traducción, no va a servir para nada”, agregó.
Algunos de los latinos entrevistados para esta historia describieron sesiones de asesoramiento grupal, que forman parte de prácticamente todos los programas de tratamiento, en las que no pudieron seguir el hilo de la conversación. Recordaron haber esperado que un traductor llegara a su cita con un médico o consejero, y perderse la sesión porque el traductor llegó tarde o ni siquiera se presenta.
La Administración Federal de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMSHA), tiene un sitio web para encontrar tratamiento, que incluye listados en español. Pero varios proveedores de Massachusetts enumerados allí no pudieron decir cuántos traductores tienen o cuándo están disponibles. El sitio de SAMHSA está en inglés, y los traductores en español solo están disponibles por teléfono.
En Casa Esperanza, 100 hombres están esperando un lugar en el programa residencial masculino, por lo que el entrenador de recuperación, Richard López, pasa mucho tiempo al teléfono tratando de derivar clientes a programas que él cree que tienen al menos un traductor.
López dijo que, después de luchar con el correo de voz, eventualmente recibirá una llamada; y el agente generalmente ofrecerá poner al cliente de López en otra lista de espera. Y eso lo frustra.
“¿Me estás diciendo que esta persona tiene que esperar dos o tres meses? Estoy tratando de salvarla hoy”, dijo. “¿Qué voy a hacer, llevarlas a mi casa y esposarlas para que no hagan nada?”
Emily Stewart, directora ejecutiva de Casa Esperanza, dijo que Massachusetts necesita una campaña de información pública en los medios de comunicación en español que explique las opciones de tratamiento. A ella le gustaría que incluyera un tratamiento asistido con medicamentos, que cree es algo que no se entiende bien.
Algunas investigaciones muestran que los usuarios de drogas latinos tienen menos probabilidades que otros de tener acceso o usar los medicamentos para el tratamiento de la adicción, la metadona y la buprenorfina. Un estudio indica que esto puede estar cambiando. Pero, latinos con experiencia en este campo dijeron que el acceso a la buprenorfina (que también se conoce con el nombre de Suboxone) es limitado porque hay pocos médicos de habla hispana que la recetan.
Una cuestión de machismo: “No es bueno llamar al 911”
En estos días, López tiene vínculos estrechos con los proveedores de atención médica, la policía y los escuadrones de rescate. Pero eso ha cambiado dramáticamente desde cuando estaba usando heroína. Explicó que, en las calles, “no es bueno llamar al 911” cuando una persona ve a alguien sufriendo una sobredosis. “Me podrían disparar, y aun así no llamaré al 911”.
Es una cuestión de machismo, dijo López.
“Para los hombres de la casa, la palabra ‘ayuda’ suena como degradante”, dijo. Llamar al 911 “es como exiliarte de tu comunidad”.
Santiago dijo que no todos sienten eso. Algunos hombres llamaron al escuadrón de rescate para ayudar a revivirlo. “Si no fuera por ellos, no estaría aquí hoy”, dijo.
Pero Santiago y otros reconocen que hay un creciente temor entre los latinos de pedir ayuda a cualquier persona percibida como agente del gobierno, especialmente si el que necesita ayuda no es ciudadano.
“Temen que si se involucran los vayan a deportar”, dijo Felito Díaz, de 41 años.
Bermúdez dijo que las mujeres latinas tienen sus propias razones para preocuparse por llamar al 911 si un novio o esposo ha dejado de respirar.
“Si están en una relación e intentan proteger a alguien, también podrían vacilar”, dijo Bermúdez, si el hombre pudiera enfrentar un arresto y una posible condena.
Una red social estrecha
Otra razón por la cual algunos latinos usuarios de drogas dijeron haber sido duramente golpeados por esta epidemia: un informe de 2017 de la DEA sobre narcotráfico señaló que los cárteles mexicanos controlan gran parte de la distribución ilegal de drogas en los Estados Unidos, vendiéndolas a través de una red de pandillas locales y pequeños comerciantes.
En el noreste, tienden a predominar los traficantes de drogas dominicanos.
“Los latinos son los que traen las drogas aquí”, dijo Rafael, un hombre que usa heroína y vive en la calle, cerca de Casa Esperanza. “Los latinos están metiendo la mano en esto, y les está gustando”. (Kaiser Health News y NPR acordaron no usar el apellido de Rafael porque usa drogas ilegales).
Algunos usuarios de drogas de habla hispana en el área de Boston dijeron que obtienen descuentos cuando consumen por primera vez. La conexión social importa, enfatizaron.
“Por supuesto, si fuera un traficante de drogas me sentiría más cómodo vendiéndole a un latino que a un caucásico o a cualquier otro, porque sé cómo relacionarme y obtener dinero de ellos”, dijo López.
Las redes sociales del uso de drogas crean otra capa de desafíos para algunos latinos, dijo la doctora Chinazo Cunningham, quien trata a muchos pacientes de Puerto Rico. Ella trabaja principalmente en una clínica afiliada al Centro Médico Montefiore en el Bronx, en la ciudad de Nueva York.
“La familia es una unidad tan importante; si hay adictos dentro de la familia, es difícil que dejen de usar opioides”, dijo Cunningham.
La carga de la pobreza
Aunque los latinos difícilmente son una comunidad uniforme, muchos enfrentan un factor de riesgo adicional para la adicción: la pobreza. Alrededor del 20% de la comunidad vive en situación de pobreza, en comparación con el 9% de los blancos no hispanos, según la Kaiser Family Foundation. (Kaiser Health News es un programa editorialmente independiente de la fundación).
En Massachusetts, cuatro veces más latinos viven por debajo del umbral de pobreza que los blancos no hispanos. La mayoría de los clientes de Casa Esperanza no tenían en donde vivir recientemente. El tiempo de espera para una de las 37 unidades de vivienda individuales o familiares de la agencia varía de un año a una década.
“Si has hecho todo el trabajo de estabilizar a alguien y luego se van y no tienes un lugar estable adonde ir, vuelves al punto de partida”, dijo Stewart, de Casa Esperanza.
Cunningham agregó que la comunidad latina ha estado lidiando con la adicción a los opioides durante décadas y que es una de las razones de la relativamente alta tasa de encarcelamiento del grupo. En Massachusetts, los latinos son condenados a prisión casi cinco veces más que los blancos no hispanos.
“Es increíble que ahora estemos hablando porque la epidemia de opioides está afectando a otras poblaciones”, dijo Cunningham. “Es un poco amargo que esto no se haya abordado hace años. Pero es bueno que estemos hablando de tratamiento en lugar de encarcelamiento, enfocando en que es una enfermedad más que un problema moral”.
A nivel nacional, Anderson, el oficial de los CDC, dijo que no hay señales que el aumento de las muertes por sobredosis disminuya en ninguna población.
“Ya hemos tenido dos años de disminución de la esperanza de vida en los Estados Unidos, y creo que cuando analicemos los datos de 2017 veremos un tercer año”, dijo Anderson. “Eso no ha sucedido desde la gran pandemia de gripe a principios de 1900”.
Los recuentos de fatalidades para 2017 se esperan para finales de este año.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a WBUR, NPR y Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.