Cuando el hijo de Elyse Imamura era bebé, ella y su esposo, Robert, optaron por darle sus vacunas a un ritmo más gradual que el recomendado por el calendario oficial.
“Pensé, ‘OK, vamos a hacer esto'”, dijo Imamura, de 39 años, de Torrance, California”. “Pero lo haremos más despacio para que su cuerpo se aclimate y no se enfrente a seis cosas diferentes de repente”.
Siete años después, Imamura dice que su hijo, Amaru, es un niño “muy saludable” y activo, al que le encanta practicar deportes.
Pero retrasar las vacunas es riesgoso. Muchos pediatras dirán que es mejor un enfoque más gradual de las vacunas que no recibir ninguna, pero ofrecerán algunos consejos difíciles para los padres que lo estén considerando.
“Cada día en el que eres elegible para recibir una vacuna y no la recibes, la probabilidad de una enfermedad invasiva sigue existiendo”, dijo el doctor Charles Golden, director médico ejecutivo de la Red de Atención Primaria en el Hospital de Niños del condado de Orange.
Los brotes recientes de sarampión, paperas y tos ferina han vuelto a encender una guerra de palabras sobre las vacunas.
La disputa a menudo se pinta como de dos caras: en una vereda, el establecimiento médico, respaldado por la ciencia, promueve fuertemente la vacunación de niños contra 14 enfermedades infantiles a la edad de 2 años. En el otro, una minoría pequeña pero con voz -los anti-vaxxers o antivacunas- que promueven evitar las inyecciones, creyendo que los riesgos de las vacunas superan a los peligros de las enfermedades.
La noción de que hay dos lados opuestos oscurece un gran terreno intermedio ocupado por hasta una cuarta parte de los padres, que creen en vacunar a sus hijos, pero, como los Imamura, eligen hacerlo más gradualmente. Este grupo de padres se preocupa por el impacto en la salud de tantas vacunas en un período tan breve, y en algunos casos renuncian por completo a ciertas vacunas.
Los programas alternativos de vacunación han existido por años, promovidos por algunos médicos y promocionados por celebridades como Jenny McCarthy. Donald Trump respaldó la idea durante un debate presidencial republicano en 2015.
El concepto ganó un gran número de seguidores hace más de una década, cuando Robert W. Sears, un pediatra del condado de Orange, en California, publicó “The Vaccine Book”, en el que incluyó dos programas alternativos. Ambos retrasan las vacunas, y uno de ellos también permite que los padres se salteen las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR), la varicela, la hepatitis A y la polio.
El libro de Sears se convirtió en la biblia de la vacunación para miles de padres, quienes fueron al pediatra de sus hijos con el libro entre sus manos. Pero sus ideas han sido ampliamente rechazadas por la comunidad médica, y Sears fue castigado por la Junta Médica de California el año pasado después que se lo acusara de eximir indebidamente a un niño de 2 años de todas las futuras vacunas. Sears rechazó ser entrevistado para esta columna.
Imamura, quien se describe a sí misma como “definitivamente no una anti-vaxxer”, dice que ella y su esposo “siguieron a Sears al pie de la letra”. Limitaron el número de vacunas para su hijo a no más de dos por cita, en comparación con hasta seis, según el calendario oficial. Y se saltearon la de la varicela.
Sin embargo, la mamá admite: “Si hubiera habido brotes como ahora, habría afectado mi pensamiento acerca de retrasar las vacunas”.
Las ideas promovidas por Sears y otros han contribuido a las preocupaciones de los padres de que ese batallón de vacunas podría abrumar el sistema inmunológico de sus bebés o exponerlos a niveles tóxicos de sustancias químicas como el mercurio, el aluminio y el formaldehído.
Pero la evidencia científica no apoya esto. Médicos expertos en enfermedades infecciosas y funcionarios de salud pública dicen que la vida cotidiana presenta desafíos mucho mayores para los sistemas inmunológicos de los niños.
“Al tocar a otro ser humano, gatear por la casa, a diario están expuestos a muchas cosas todo el tiempo, por lo que estas vacunas no contribuyen mucho a eso”, dijo la doctora Pia Pannaraj, pediatra especializada en enfermedades infecciosas en el Hospital Infantil de Los Ángeles.
Lo mismo ocurre con algunos de los metales y productos químicos presentes en las vacunas, a los que los escépticos culpan del autismo, a pesar que numerosos estudios no han encontrado ningún vínculo, el más reciente de ellos publicado este mes.
Según expertos en salud pública, en los primeros seis meses de vida, los bebés obtienen mucho más aluminio de la leche materna y de los preparados para lactantes que de las vacunas.
“Cuando observas a los bebés que han recibido vacunas que contienen aluminio, ni siquiera puedes decir que el nivel ha subido”, dijo Paul Offit, profesor de pediatría del Hospital de Niños de Philadelphia (CHOP) y director del Centro de Educación de Vacunas del hospital. Agregó que lo mismo ocurre con el formaldehído y el mercurio.
(Offit co-inventó la vacuna RotaTeq de Merck para el rotavirus, y CHOP vendió los derechos de regalías por $182 millones en 2008. CHOP se negó a comentar sobre cuál fue la participación de Offit).
Los padres preocupados por el mercurio, el aluminio u otros ingredientes de las vacunas deben evitar la información que se comparte a través de las redes sociales, ya que puede ser engañosa. En su lugar, pueden ir el Centro de Educación sobre Vacunas en el sitio web de CHOP en www.chop.edu haciendo clic en la pestaña “Departaments”.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) también proporcionan un desglose detallado de los ingredientes en cada vacuna en http://www.cdc.gov/vaccines.
Si tu hijo tiene una afección que teme que pueda ser incompatible con las vacunas, habla con tu pediatra. Los CDC brindan pautas muy específicas sobre quiénes no deben recibir vacunas, incluidos los niños que tienen deficiencias en el sistema inmunológico, que reciben quimioterapia o toman ciertos medicamentos.
Si no es el caso de tus hijos, vacúnelos. Eso ayudará a prevenir los brotes, protegiendo a aquellos que, por razones médicas, no han recibido las vacunas.
Pannaraj dijo que, cuando los padres se resisten, ella enfatiza que el daño potencial de las infecciones es mucho más grave que los riesgos de las vacunas. Señala, por ejemplo, que el riesgo de contraer encefalitis por el sarampión es aproximadamente 1,000 veces mayor que por la vacuna.
Aun así, los efectos secundarios ocurren. La mayoría son leves, pero los casos graves, aunque raros, no son desconocidos. Para conocer los posibles efectos secundarios de las vacunas, consulte el sitio web de los CDC o discútalas con su pediatra.
Emily Lawrence Mendoza, de 35 años, dijo que después que su segunda hija, Elsie, recibiera su primer vacuna contral el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR) a los 12 meses, tuvo fiebre y desarrolló una erupción en todo el cuerpo que parecía una versión leve de la enfermedad.
Tomó tres visitas a un centro de urgencias antes que un médico reconociera que Elsie, que está por cumplir 5 años, podría haber tenido una reacción leve a la vacuna. Después de eso, Mendoza, de Orange, California, decidió adoptar un calendario de vacunación más gradual para su tercer hijo.
Sin embargo, dijo que la reacción adversa de Elsie le hizo darse cuenta de la importancia de las vacunas: “¿Qué pasaría si hubiera estado expuesta a un caso completo de sarampión?”.
Esta historia de KHN fue publicada primero en California Healthline, un servicio de la California Health Care Foundation.