Incluso después de todo lo que pasó, los helicópteros que rodearon su casa, los francotiradores en el techo y el traslado a la cárcel, Lisa Abramson todavía quiso tener un segundo hijo.
Tal vez porque cuando nació su hija, en 2014 —antes que comenzaran los problemas— todo parecía increíble. Fue tal cual Abramson lo imaginó: miraría los ojos redondos y alertas de su bebé y sentiría correr la adrenalina por su cuerpo.
Incluso no entendía porque otras mamás se quejaban de cansancio. “Yo puedo con esto”, contó que pensaba.
Abramson quería ser la mamá perfecta. Ella y su esposo vivían en San Francisco, y había trabajado como una exitosa empresaria y ejecutiva de marketing para una compañía de tecnología de Silicon Valley. Estaba organizada y lista para formar una familia. Y esa primera semana después que naciera su bebé, todo iba a ser tal cual lo planeado. El mundo no iba a ser más que amor.
Pero fue entonces cuando la beba comenzó a perder peso y el pediatra le dijo a Abramson que debía alimentarla cada dos horas. En ese punto comenzó a sentir que no podía mantener ese ritmo.
“Me eché la culpa y pensé: ‘fracasé como madre. No puedo alimentar a mi hija’. Necesitaba alimentarla, eso era lo más importante. Y mi bienestar no importaba”, recordó.
Comenzó a dormir poco. Incluso cuando podía librarse de lo que parecía ser el purgatorio de la lactancia, no podía relajarse. A medida que se sentía más agotada, comenzó a tener períodos de confusión.
Abramson pensó que tomar una clase de spinning la ayudaría, le encantaba esa rutina. Pero después de 10 minutos, salió corriendo del gimnasio.
“Los ruidos y el volumen intenso de la clase me alarmaron”, recordó Abramson. “Sentía como si las paredes me estuvieran hablando”.
Cuando regresó a su casa, vio helicópteros de la policía que giraban en círculos sobre su apartamento. “Había francotiradores en el techo”, recordó haber pensado, “y cámaras espías en nuestra habitación, y todos me miraban. Y mi celular me estaba enviando mensajes extraños”.
Abramson esperó a que la policía irrumpiera y se la llevara. Pero a la mañana siguiente, se despertó en su propia cama.
Recuerda haber pensado que la policía debía haber arrestado a la niñera y que estaba mal, que la niñera no debería ser castigada por su crimen.
Abramson le dijo a su esposo que no era justo. Y que iba a saltar del puente Golden Gate. Fue entonces cuando su esposo le dijo que él mismo la iba a llevar a la estación de policía.
David Abramson recuerda ese día como uno de los peores de su vida.
La nueva mamá no fue a la cárcel, sino a un pabellón psiquiátrico.
Después de todo, no había ocurrido ningún crimen, ni hubo francotiradores o cámaras. La niñera no había sido arrestada, y el destino de Lisa Abramson ese día no era una celda, sino la sala de psiquiatría general del Centro Médico California Pacific de Sutter Health, en San Francisco.
Otros pacientes estaban allí por sobredosis de drogas o abstinencia de alcohol. La gente gritaba. Un paciente pensó que era un perro y estaba caminando en cuatro patas, ladrando. Para David Abramson, no parecía el lugar adecuado para una nueva mamá.
“Fue lo más desgarrador, tener que dejarla esa noche con el personal del hospital”, dijo. “Podías ver en sus ojos y en su lenguaje corporal que estaba en pánico”.
Durante los primeros cinco días, Lisa Abramson no habló con nadie.
No recuerda a ningún médico o enfermera que le dijera por qué estaba allí o qué estaba pasando. Pero sí recuerda que, una semana después de ser internada, su esposo le llevó un papel con información sobre la psicosis postparto.
El artículo explicaba que las hormonas elevadas del parto, más la falta de sueño, pueden desencadenar confusión y paranoia. Abramson no creyó en esa información, y pensó que su esposo la estaba engañando y que había pasado horas usando Photoshop para armar un artículo falso.
“Nunca he escuchado que haya un postparto loco”, recuerda haber dicho.
Una realidad
Pero la psicosis posparto es real. Estudios sugieren que afecta a una o dos mujeres de cada mil que dan a luz; y algunos médicos ahora piensan que hay más casos no diagnosticados. Sin el tratamiento adecuado, algunas de esas mujeres terminan suicidándose.
Recientemente, investigadores de California terminaron un estudio pionero sobre suicidios maternos. El Departamento de Salud Pública del estado aún no ha publicado los resultados, pero KQED pudo revisar algunos de los datos: 99 nuevas madres en el estado murieron por suicidio durante un período de 10 años.
Los investigadores determinaron que, de esos 99 suicidios, 98 eran prevenibles. Las mujeres podrían hoy estar vivas si el sistema de atención médica de California hubiera hecho un mejor trabajo al evaluarlas, diagnosticar su enfermedad y tratarlas.
“El trabajo que hacemos aquí es menos del 10% de lo que debe hacerse”, dijo la doctora Nirmaljit Dhami, psiquiatra experta en psicosis postparto del Hospital El Camino en Mountain View, California. Dhami ayudó a revisar los casos, pero no compartió datos del informe con periodistas.
Dhami dijo que, según su experiencia clínica, muchos médicos no conocen los primeros signos de la psicosis posparto y no saben que los síntomas van y vienen.
“Muchas veces el paciente parece muy claro, y otras veces presenta con una confusión y desorganización agudas”, dijo Dhami.
Es lo que le pasó a Lisa Abramson: sentirse como si estuviera mentalmente sana en un momento y al instante siguiente creer que las paredes le estaban hablando.
“Este es un síntoma que los clínicos que no están capacitados en este campo pueden pasar por alto fácilmente”, dijo Dhami, “cuando ven al paciente en su consultorio con la familia, pueden pensar que el paciente es normal y que solo está sufriendo de falta de sueño, y le dan el alta y lo mandan a casa”.
Así es como las mujeres pueden terminar muertas. En los Estados Unidos, los problemas de salud mental se encuentran entre los principales contribuyentes a la mortalidad materna, según un informe de 2018 de una iniciativa de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). En la lista de causas de muerte entre nuevas mamás en el reporte, los problemas de salud mental (que incluyen sobredosis de drogas) se ubicaron en el séptimo lugar, cerca de las complicaciones por hipertensión. Para las blancas no hispanas, los problemas de salud mental son la cuarta causa de muerte.
Incluso cuando se deriva a las nuevas mamás para atención psiquiátrica, Dhami dijo que la atención a menudo es inadecuada o inapropiada. Los médicos recetan los medicamentos equivocados. Las aseguradoras expulsan a los pacientes de las unidades psiquiátricas antes que estén listos. Y el personal, en general, no está capacitado en estas enfermedades, dijo Dhami, y puede que no esté equipado para atender incluso las necesidades físicas más básicas de las nuevas mamás.
Por ejemplo, varios días después de haber sido ingresada, Lisa Abramson se quejó de dolor en sus pechos. Había dejado de amamantar, y nadie observó que sus senos se estaban hinchando.
Su esposo tuvo que negociar con el personal para llevarle el extractor de leche. Cuando quería bombear, recordó, tenía que usar una habitación con paredes acolchadas que parecían una cámara de confinamiento: “como la imaginas en una película de terror”.
Pero lo peor fue que no se le permitiera ver a su bebé. La unidad psiquiátrica tiene una política estricta: no bebés ni niños en la sala. El hospital dice que esto es una medida de seguridad para todos.
Aproximadamente a los cinco días de haber sido admitida, la familia de Abramson pudo negociar un permiso para que madre e hija estuvieran juntas por una hora, pero eran supervisadas por una persona que se la pasaba mirando el reloj.
La familia de Abramson estaba tan descontenta con la atención, que su esposo decidió sacarla del hospital. Le pidió a Dhami que se hiciera cargo del tratamiento de Abramson.
Dhami inscribió a Abramson en un programa integral para pacientes ambulatorios que dirige en el Hospital El Camino, llamado MOMS, donde la nueva madre puede llevar a su bebé durante las citas.
Unidades especiales
Hay una gran cantidad de investigaciones, que datan de la década de 1940, sobre los protocolos ideales para el tratamiento hospitalario de enfermedades mentales posparto. El estándar de oro es admitir a la madre y al bebé en el hospital juntos, en una unidad especializada en donde se los trata como un par.
En estas unidades, parte de la terapia de la mamá es obtener orientación sobre cómo leer las señales del bebé y cómo satisfacer las necesidades del bebé, así como las suyas propias. Por la noche, el bebé duerme en una guardería supervisada, para que la mamá pueda dormir sin interrupciones.
En el Reino Unido, hay 21 de estas unidades psiquiátricas para madres y bebés. En Francia, hay 15. Existen en Bélgica y Nueva Zelanda, y hay una en India.
Pero en los Estados Unidos, hay cero.
La aproximación más cercana se puede encontrar en Carolina del Norte, a 3,000 millas de donde viven los Abramson, en el hospital de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Su unidad psiquiátrica perinatal está reservada exclusivamente para mujeres embarazadas y nuevas mamás.
“Es necesario que vean a otras mamás que están pasando por lo mismo”, explicó la psiquiatra Mary Kimmel, quien dirige la unidad.
Kimmel explicó que cada habitación tiene un extractor de leche, y un asesor en lactancia ayuda a las mujeres a amamantar. Un refrigerador especial almacena la leche bombeada.
Pero la característica más distintiva del programa es la política de visitantes. “Los bebés pueden venir a la unidad, y realmente lo alentamos”, dijo Kimmel. “Animamos a los niños mayores a que también vengan de visita”.
La mayoría de las tardes, los niños pequeños se escabullen alrededor de la sala de día, colorean o juegan. Las mujeres acunan a sus recién nacidos que las visitan, los mecen, los alimentan.
Sin embargo, a los bebés no se les permite quedarse durante la noche. A diferencia de las unidades en Europa, aquí no hay guardería. Las razones principales de esa política son las restricciones de los seguros de salud.
Aquí, ninguna aseguradora pagaría nunca la admisión de un bebé sano en un hospital, dijo Kimmel.
“La estadía promedio es de entre una semana a dos semanas”, agregó.
¿Y en Europa? “Unos 40 a 50 días”.
Las aseguradoras insisten en que la decisión de dar el alta en ese tiempo no solo tiene que ver con el costo, sino con lo que es mejor para los pacientes.
Los hospitales no son necesariamente el entorno ideal para asegurarse que los medicamentos estén estabilizados, dijo Kate Berry, vicepresidente senior de innovación clínica para America’s Health Insurance Plans, un grupo comercial para aseguradoras.
“Hay otros entornos donde la atención puede continuar”, dijo, “como un hospital de día o un centro ambulatorio intensivo que puede ser más favorable para tener a la madre y al bebé juntos”.
Después de la tormenta
Lisa Abramson está jugando a la pelota con su hija Lucy.
Contó que se siente recuperada, pero admitió que ha estado pensando mucho en su experiencia con la psicosis posparto. A pesar de todo, decidió tener otro bebé, aunque estaba aterrorizada de que la psicosis regresara.
“Dicen que hay un 50% de posibilidades”, dijo.
En estos días, le encanta ser madre. Lucy tiene 5 años. Su segunda hija, Vivian, 18 meses.
La psicosis no se manifestó después del nacimiento de Vivian, en parte debido a todas las precauciones que Lisa tomó. Se aseguró de dormir bien. Se dio permiso para dejar de amamantar si era demasiado.
“Recibimos muchos mensajes de auto sacrificio”, dijo Lisa. “Haz lo que sea por tus hijos”. “Deja todo. Eso es lo que significa ser una buena madre”. En mi caso, eso no es lo que me hizo ser una buena madre. Eso es lo que me hizo desmoronarme.
“Estoy tratando de ponerme en primer lugar, libre de culpa, y sé que eso me hace ser una mejor madre”.
Esta historia es parte de una asociación que incluye a KQED, NPR y Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.