HEALDSBURG, California – Trabajadores agrícolas con chalecos de seguridad amarillos caminaron a través de hileras de uvas cuidadosamente organizadas, cosechando los últimos racimos de color morado oscuro que colgaban de las vides, aun cuando el cielo detrás de ellos estaba oscuro a causa del hollín.
Sobre la colina, justo detrás, camiones de bomberos y socorristas se apresuraban de un lado a otro del área de preparación del Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios de California, trabajando para contener un incendio forestal que arrasaba las escarpadas colinas y cañones en el noreste del condado de Sonoma. Hasta el domingo 27 de octubre, más de 3,000 bomberos luchaban contra el incendio, y una amplia franja del condado, más de 180,000 residentes de la montaña a la costa, estaban bajo orden de evacuación mientras el norte de California soportaba una tormenta de viento histórica que alimentaba las llamas.
Para los trabajadores agrícolas en el legendario país vitivinícola del condado de Sonoma, el incendio de Kincade presenta una serie de riesgos desalentadores. Octubre marca no solo la temporada de incendios en California, sino también el pico de la cosecha de la uva. En áreas que no están bajo riesgo inminente, algunos trabajadores seguían recogiendo fruta en medio del calor y el humo peligrosos, para recuperar algunos de los cientos de miles de dólares en uvas que aún no se habían cosechado. A medida que el fuego continúa extendiéndose, muchos están descubriendo ahora que sus trabajos, y sus cheques, han sido suspendidos.
El condado de Sonoma está familiarizado con el fuego. En 2017, el incendio de Tubbs arrasó el área, matando a 22 personas y destruyendo más de 5,000 casas. El año pasado, el denso humo del Camp Fire, en el condado de Butte, el más mortífero en la historia del estado, se mantuvo en el valle durante días.
A medida que los incendios forestales de esta fuerza e intensidad se vuelven más frecuentes, también aumentan las preocupaciones de los trabajadores agrícolas, que pueden enfrentar condiciones que ponen en peligro su salud, salarios y vivienda.
Por fuera del fuego en sí, el principal problema de salud durante los incendios forestales es el humo, que produce partículas, una mezcla de gases y piezas microscópicas de materia sólida. Las partículas pueden penetrar profundamente en los pulmones, lo que aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias y asma, así como de problemas cardíacos.
Estos riesgos llevan a las autoridades sanitarias a advertir a las personas en áreas afectadas por incendios forestales que permanezcan en interiores y limiten las tareas de fuerza. Los trabajadores agrícolas, un componente esencial de la economía de esta zona vitivinícola, no siempre pueden tomar estas precauciones.
El sábado 26, Manuel Ortiz Sánchez, de 52 años, se sentó con su familia fuera del Santa Rosa’s Veterans Hall, que durante la noche se había transformado en un refugio. Había sido evacuado de su hogar en Healdsburg y estaba nervioso por lo que significaría para su familia. Nacido en México, Ortiz Sánchez ha trabajado en los viñedos de la región por más de 20 años. Ya había perdido un día y medio de trabajo por el humo. ¿Le pagarían la semana que viene si el viñedo donde trabaja permanece cerrado? “Depende del jefe”, dijo.
Dentro del lugar, voluntarios de Corazón Healdsburg, una organización sin fines de lucro que trabaja con la comunidad latina local, estaban ayudando a las familias que hablaban español a registrarse en el refugio. Una mujer se preguntó si el brazalete que le ponían al registrarse la identificaría como inmigrante, y si las autoridades irían al refugio.
En otra mesa, voluntarios ofrecían anotar la información de contacto de personas indocumentadas, que no son elegibles para la mayoría de la ayuda federal. Después del incendio de 2017, las organizaciones locales crearon un fondo para ayudar a las personas sin papeles afectadas por los incendios, y ese fondo está funcionando nuevamente. El 90% de las más de 2,000 personas que recibieron ayuda del fondo en 2017 no perdieron sus hogares, pero perdieron salarios y la comida en su refrigerador debido a cortes de electricidad, dijo Mara Ventura, directora ejecutiva de North Bay Jobs With Justice.
Defensores han estado presionando por normas laborales relacionadas con los incendios forestales y el humo. Aunque un proyecto de ley no fue aprobado por la legislatura de California este año, en julio, el estado adoptó regulaciones temporales de emergencia. Requieren que los empleadores verifiquen la calidad del aire antes y durante un turno. Cuando los contaminantes se elevan por encima de un cierto umbral, un índice de calidad del aire (AQI) de 150, los trabajadores deben ser trasladados a un lugar más seguro si es posible, y, si no, se les debe proporcionar máscaras protectoras. El AQI en el este del condado de Sonoma ha superado habitualmente los 150 en los últimos días.
Incluso las máscaras para trabajo pesado no son una gran solución para alguien que trabaja en exteriores, dijo Celeste Philip, oficial de salud del condado de Sonoma. Cuando se usan correctamente, son incómodas y dificultan la respiración, y es difícil trabajar por mucho tiempo. La mejor manera de que los trabajadores estén seguros es limitar su exposición al aire libre, dijo.
En los días posteriores a la erupción del incendio Kincade, el 23 de octubre, las autoridades del condado de Sonoma permitieron que algunos productores de uva y sus trabajadores ingresaran a los viñedos dentro de la zona de evacuación para tratar de salvar sus cultivos, dijo James Gore, supervisor del condado. Alrededor del 10% de las uvas en el condado, en su mayoría las que se utilizan para producir cabernet, todavía estaban en las vides cuando comenzó el fuego. “Primero la seguridad, pero luego la economía”, dijo.
Gore aclaró que, aunque no hay una supervisión particular del proceso, la Oficina Agrícola local y otros grupos de la industria se han asegurado que los productores conozcan los riesgos para la salud y los derechos de los trabajadores. Muchas personas, incluidos los trabajadores agrícolas a los que a menudo no se les paga por el tiempo libre, quieren trabajar, dijo. “La gente puede trabajar, pero nunca debe estar bajo presión”.
Aun así, agregó, “si alguien quiere una salud perfecta, debe irse de nuestra comunidad, porque aquí tenemos humo”.
La preocupación de que los trabajadores agrícolas, muchos de los cuales hablan principalmente español, no recibieran avisos de salud y otras advertencias durante los incendios de 2017 llevó a una revisión de las comunicaciones del condado, que ahora se proporcionan en español e inglés. Gore, quien habla español, dijo que había estado en el refugio para hablar con más de 100 trabajadores agrícolas sobre esos riesgos y para informarles que no están obligados a trabajar.
Fernando González estuvo en un refugio en Healdsburg el viernes 25, antes que también fuera evacuado. Oriundo de México, González llevaba cinco o seis meses en los Estados Unidos, trabajando bajo una visa temporal para trabajadores agrícolas, cuando compañeros de trabajo que habían notado el incendio lo despertaron. Su empleador lo trasladó a él y a otros 40 a 50 empleados al centro de evacuación después de decidir que la casa que compartían en la propiedad del viñedo no era segura.
González dijo que le quedaban un par de semanas de contrato, pero que los estaban enviando de regreso a México antes. Dijo que le pagaron por la semana de trabajo, incluidos dos días perdidos, y se alegró de no estar trabajando en medio de la densa humareda.
Muchos otros trabajadores agrícolas son residentes locales. Otra familia que llegó al refugio la primera noche del incendio había perdido su casa rodante y todas sus pertenencias a causa del fuego, dijo Leticia Romero, directora de participación comunitaria en Corazón Healdsburg.
En una sala en la que normalmente se imparten clases, en donde un mural brillante abarca una pared, voluntarios llenaron contenedores con ropa, productos de higiene y otros artículos esenciales para esa familia y para otras. Corazón también ha iniciado un fondo para proporcionar asistencia monetaria de emergencia.
“Este es nuestro segundo año de incendios”, dijo Romero. “Son repentinos. Te acuestas y te despiertas en medio de este desastre natural”. De alguna manera, el trauma emocional persistente que puede afectar a la comunidad es lo que más le preocupa.