Caía la tarde cuando Oakley Yoder y otros niños del campamento de verano regresaban a sus tiendas de campaña en Jackson Falls, Illinois, el pasado julio. Cuando el grupo pasó por unas rocas en medio del camino, Oakley, entonces de 9 años, no vio a una serpiente hasta que le mordió un dedo del pie derecho.
“Me asusté mucho”, dijo Oakley. “Pensé que podría quedar paralizada o morir”.
Los consejeros del campamento sospecharon que la había mordido una serpiente cabeza de cobre (copperhead) y supieron que necesitaba atención médica urgente. Tenían que mantenerla tan tranquila e inmóvil como fuera posible porque el veneno podía circular más rápido si su corazón se aceleraba por la actividad o el miedo.
Un consejero la llevó a cuestas hasta una furgoneta. La distrajeron con canciones de Taylor Swift y con dulces mientras iban a toda velocidad en busca de ayuda, alejándose de aquel hermoso pero aislado lugar del Bosque Nacional Shawnee.
El equipo de primeros auxilios recomendó que trasladaran a Oakley en ambulancia aérea a un hospital.
Un helicóptero transportó a Oakley 80 millas, desde el estacionamiento de una escuela en las afueras del bosque hasta el hospital St. Vincent Evansville en Indiana. Allí le administraron cuatro viales de suero antiofídico y luego fue transferida al Riley Hospital for Children en Indianapolis para observación.
Sus padres, Josh Perry y Shelli Yoder, ya estaban acostados esa noche cuando recibieron la llamada informándoles lo que le había pasado a Oakley. Condujeron al hospital y llegaron unas dos horas antes que su hija. Cuando ella llegó, los médicos observaron que el dedo del pie aún supuraba y estaba magullado. Perry contó que, sobre la hora del almuerzo, los médicos les aseguraron que Oakley se recuperaría.
“Fue un gran alivio saber que estaba recibiendo la mejor atención posible”, dijo Perry, quien es profesor de ética en la atención de la salud en la facultad de Negocios de la Universidad de Indiana en Bloomington. Menos de 24 horas después de la mordedura, Oakley salió del hospital con sus agradecidos padres.
Luego llegaron las facturas.
Paciente: Oakley Yoder, ahora de 10 años, de Bloomington, Indiana. Con seguro de salud a través de la Universidad de Indiana en Bloomington, donde su padre y su madre trabajan como profesores.
Factura total: $142,938, incluyendo $67,957 por cuatro viales de antiofídico. (Se les cobró $55,577.64 por el transporte en helicóptero-ambulancia). El saldo incluía un cargo por ambulancia terrestre y cargos adicionales de hospital y médicos, según la aseguradora de la familia, IU Health Plans.
Proveedores de servicios: Hospital St. Vincent Evansville, parte de Ascension, un sistema de salud católico sin fines de lucro. Riley Hospital for Children, parte de Indiana University Health, un sistema de salud sin fines de lucro. Air Evac Lifeteam, un proveedor de ambulancia aérea.
Servicio Médico: La base del tratamiento de Oakley consistió en administrarle cuatro viales de suero antiofídico llamado CroFab.
CroFab ha dominado el mercado estadounidense de antiofídicos desde su aprobación en el año 2000. Cuando Oakley sufrió la picadura, era el único medicamento disponible para tratar el veneno de las víboras de fosas. (Oakley probablemente sufrió la mordedura de una serpiente cabeza de cobre, una especie de víbora de fosa, según le dijeron los directores del campamento a sus padres).
En resumen, la farmacéutica BTG Plc, con sede en Londres, tenía su monopolio.
El precio promedio de lista para CroFab es de $3,198 por ampolla, según Connecture. Los costos de fabricación, las mejoras del producto y la investigación son factores que influyen en el precio del medicamento, dijo Chris Sampson, vocero de BTG.
Una versión mexicana de este antídoto puede costar unos $200. Pero no se puede vender en los Estados Unidos.
La doctora Leslie Boyer, directora y fundadora del Instituto VIPER, un centro de investigación de venenos de la Universidad de Arizona, reconoce que parte del precio en los Estados Unidos puede atribuirse a los estrictos requisitos de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) para pruebas y monitoreo.
Pero, además, añadió Boyer, “es un medicamento rentable, y todo el mundo quiere beneficiarse”.
Ella lo sabe: financiado por subvenciones del gobierno y a veces trabajando con colegas en México, su instituto desarrolló CroFab.
Los sueros antiofídicos se desarrollaron por primera vez hace más de un siglo. Aunque el CroFab es más seguro y puro que los del pasado, el proceso —aunque trabajoso— sigue siendo fundamentalmente el mismo. Se extrae el veneno de serpientes, arañas y otras criaturas, luego se inyecta una pequeña cantidad de la toxina en animales como ovejas o caballos que producen anticuerpos sin enfermarse; entonces se extraen las moléculas protectoras de su sangre y se procesan para producir el antídoto.
Aunque los antiofídicos se han usado por mucho tiempo, CroFab y otros productos similares resultan lucrativos para los fabricantes. ¿Quién no pagaría lo que hiciera falta por un antiofídico cuando a su hijo le ha picado una serpiente venenosa?
Lo que los pacientes pagan por CroFab puede variar mucho. El tratamiento puede requerir unas cuantas ampollas o docenas de ellas; depende de factores como el tamaño del paciente, la potencia del veneno y la rapidez con la que se trata al paciente. Cuanto más se necesite, mayor será el costo.
Pero los hospitales también suben el precio, aunque algunos adquieren el medicamento con descuento, según el doctor Merrit Quarum, director ejecutivo de WellRithms, una compañía de control de costos en la atención de la salud.
En el caso de Oakley, el hospital St. Vincent Evansville cobró $16,989.25 por cada unidad de CroFab, de acuerdo con la factura del centro. Esto es más de cinco veces por encima del precio de lista promedio.
WellRithms analizó la factura, a petición de Kaiser Health News, y encontró que los proveedores generalmente aceptan $16,159.70 por las cuatro ampollas del medicamento.
En un comunicado, el hospital St. Vincent Evansville señaló que la familia no era responsable de toda la factura y que se esperaba que pagara menos de $3,500. Al parecer, el hospital ha bajado desde entonces el precio del CroFab. De acuerdo con su lista de precios, publicada en línea para satisfacer un requisito federal reciente, el medicamento ahora cuesta $5,096.76 por ampolla.
Y el mercado de los antiofídicos ahora cuenta con otro medicamento: Anavip. Este producto mexicano, lanzado en octubre, tiene un precio de $1,220 por ampolla en los Estados Unidos, una fracción de lo que los latinoamericanos pagan por él, según Rare Disease Therapeutics, que distribuye el medicamento en EE.UU.
La llegada de Anavip se estancó por una demanda presentada por BTG en 2013 que reclamaba que el medicamento infringía su patente.
El efecto de este medicamento en el mercado es incierto. CroFab y Anavip no son intercambiables del todo. (La FDA no ha aprobado Anavip para las mordeduras de cabezas de cobre, por ejemplo.) Y, como parte del acuerdo legal, los fabricantes de Anavip deben pagar regalías a BTG hasta que la patente de CroFab expire en 2028.
Resolución: La aseguradora, IU Health Plans, negoció los cargos del antídoto y ambulancia aérea y terminó pagando $44,092.87 y $55,543.20, respectivamente. Después de ajustes a facturas adicionales, IU Health Plans pagó un total de $107,863.33. La familia de Oakley no pagó ni un centavo de su bolsillo por la emergencia, pero estos altos desembolsos contribuyen al aumento de las primas.
El seguro secundario ofrecido a través del campamento de verano cubrió $7,286.34 en costos adicionales que, de otra manera, habrían salido de los bolsillos de Perry y Yoder, de su deducible y co-seguro. La póliza cubre hasta $25,000 en daños.
El pie de Oakley se curó, pero el dedo se le dobla ligeramente hacia abajo y es sensible a la presión. Tiene la intención de volver al mismo campamento este verano.
Perry enseña un curso sobre ética de la industria del cuidado de salud, pero dijo que el costo del cuidado de Oakley lo conmocionó. Y sabe que no es normal que un paciente no pague nada por la atención médica. “En este país, en este sistema, es un milagro”, expresó.
La moraleja: Los hospitales y las aseguradoras pueden negociar, las serpientes no. Si te ha mordido una serpiente, “cuida tu herida”, dijo Boyer. No te preocupes por los costos.
Cuando reciba una factura, compare lo que la institución le cobró con los precios de otros proveedores de atención médica usando sus listas de precios en línea. Las herramientas de estimación de costos como Fair Health Consumer o Healthcare Bluebook permiten ver cómo se compara su factura con el promedio.
Aumenta la presión para que el gobierno tome medidas sobre los precios de los medicamentos. En los estados y en el Congreso, se han presentado varias propuestas, como la de permitir que Medicare negocie los precios, que se vincule el precio estadounidense de los medicamentos caros al precio promedio en otros países desarrollados y que se permita que el gobierno inyecte competencia en el mercado cuando no la hay, por ejemplo, acelerando la aprobación de medicamentos genéricos o permitiendo las importaciones.
Los consumidores deben prestar atención a estas propuestas a medida que avanzan en el proceso político.
NPR produjo y editó la entrevista con Elisabeth Rosenthal de Kaiser Health News para su difusión. Jake Harper de WFYI en Indianapolis proporcionó un reportaje de audio.
Bill of the Month es una investigación realizada por Kaiser Health News y NPR que disecciona y explica las facturas médicas. ¿Tienes alguna factura médica interesante que quieras compartir? ¡Comunícate con nosotros!
Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorial independiente de la Kaiser Family Foundation.